Actualmente parece una moda desestimar el subgénero de lo que llamamos ciencia ficción dura porque se le supone falta de "espíritu literario". Nada más falso. Den un vistazó al mundo de la ciencia ficción dura en el siguiente artículo presentado como conferencia en la 3er. Festival de Ficción y Fántasia de Tlaxcala 1999.

Ciencia Ficción  Dura: Indispensable para el género
por Irma Amézquita


El año pasado se discutió en esta convención sobre la ciencia ficción “dura” y “blanda” sin que hayamos podido ponernos de acuerdo. Decidí ahondar en el tema para descubrir qué era exactamente la llamada ciencia ficción “dura” (no me gusta utilizar este nombre; además de prestarse a juegos de doble sentido, oscurece los múltiples significados de su acepción en inglés - hard: duro, difícil, riguroso - ), descubrir sus características y, ahora sí, sostener una discusión con más bases. Tal vez el resultado no sea ponernos de acuerdo, pero una buena discusión no se logra cuando todos los que intervienen terminan pensando lo mismo, sino con el contraste de hechos y opiniones; el arrojar luz sobre otros ángulos y puntos de vista.
Mi charla va a dividirse en tres partes:
1. Una aproximación a la cf dura; el género, sus convenciones y expectativas;
2. Su historia y características; y
3. una conclusión: la cf dura cumple el papel de motor de la cf. Espero poder cimentar esta afirmación satisfactoriamente.

1. 



¿Qué es la cf dura? En un género que no ha podido obtener ni de editores, escritores, críticos o lectores una definición que satisfaga a la mayoría, contestar a esta pregunta es difícil. Pero para fines prácticos, me atengo a los tres elementos que Joan Bassa y Ramon Freixas encuentran en toda ciencia ficción: el verosímil, el mito y la ciencia.
Lo verosímil es “una restricción de posibilidades... un encadenamiento o correlación de una serie de hechos y acciones (obviamente ficticios, representación de la realidad), de forma causal, provocando la credibilidad o la creación de una “realidad” que sea por ello mismo aceptada por el espectador... (El) verosímil... como apariencia de lo verdadero, es instrumentalizado como coartada de lo real, imponiendo una impresión de verdad”.
El mito, según la definición de Littré, es “...un hecho real transformado en noción religiosa... (o) la invención de un hecho con la ayuda de una idea”.
Para Bassa y Freixas, el mito será el factor que potencia al verosímil y convierte en coherente y creíble a lo ficticio; el mito se emparenta con la religión en tanto que un acto de fe lo hace posible. Y sabemos que, desde hace un siglo, el hombre común ha depositado su fe en la ciencia.
Así, la ciencia ficción utiliza la ciencia como el soporte mítico que le otorga verosimilitud al relato; y la cf dura es la parte del género que apuntala dicho soporte. ¿Por qué? En la cf dura la forma en que las cosas funcionan es científicamente plausible, en el lugar y tiempo en que se sitúa la historia. Pero, aunque se apega rigurosamente a la ciencia, le es permitido dar un salto más allá y especular (de nuevo, basada en lo que creemos que es verdad científica). Incluso con historias que niegan en parte los supuestos de la ciencia, porque, como dice Ursula K. Le Guin, “oponerse a algo es mantenerlo”. La cf dura, al igual que la poesía, necesita que nos habituemos a ella; es un gusto que se adquiere y un placer especial. Como género, es un conjunto literario con expectativas particulares por parte de los lectores, y protocolos de lectura que distinguen a ese conjunto de otros géneros. Para saborearlo, uno debe ser capaz de dominar un conocimiento básico de las leyes y principios científicos con los que creemos que opera nuestro mundo contemporáneo. Para que sus lectores lo sientan auténtico, debe haber principios científicos tras lo imaginario que pasen la prueba. Para definir las características de la cf dura, tenemos que remitirnos a su historia.

2.


Historia

Desde Brian Aldiss, los estudiosos han situado el nacimiento de la cf con la aparición del Frankenstein, de Mary Shelley. Pero no fue hasta los años veinte de este siglo, que la cf fue una corriente literaria consciente de sí misma y con un público definido. Si Shelley fue la madre de la ciencia ficción, entonces su padrino, quien le dio nombre y características de género fue Hugo Gernsback, el editor de cf por quien se entregan anualmente los premios Hugo. El editor de la primera revista de ciencia ficción, Amazing Stories, llamó en 1926  scientifiction o ciencificción, y posteriormente ciencia ficción a lo que, anteriormente, sobre todo en Inglaterra, se conocía como “romances científicos” y cuyas figuras destacadas eran  y fueron después de esto: H. G. Wells, Aldous Huxley, Yevgeny Zamiatin, Olaf Stapledon y George Orwell. Amazing Stories y cientos de revistas pulp que la imitaban, con apelativos como “fantástico”, “extraño”, “maravilloso”, eran la sombra pop estadunidense de estos gigantes, que compartían la conciencia de estar haciendo algo diferente, opuesto a la corriente general literaria, al mainstream.
En estas revistas, la relación tan estrecha entre editores y escritores perfilaba el producto final, así que Gernsback hizo algo más que darle un nombre al nuevo género, también determinó en gran parte su estética esos primeros años. Sin embargo, Gernsback había emigrado de Europa en sus veintes desconociendo el idioma inglés, así que en su revista -y en las otras- se podían encontrar relatos con ideas maravillosas, pero escritas muy pobremente: Gernsback era sordo al estilo y, además, su cuadrilla de escritores estaba formada por muchachos entusiastas pero no muy cultivados, muchos de ellos también emigrados, a quienes se les pagaba por centavo la palabra.
La cf sólo adquirió claridad y consenso con el advenimiento, una década después, del editor de la ciencia ficción moderna: John W. Campbell. Éste siguió con el modelo de cooperación estrecha entre escritor y editor y lo afianzó aún más: siendo editor de Astounding Stories, el mercado mejor pagado de la cf, y buen escritor de cuentos bajo el pseudónimo de Don A. Stuart, tenía autoridad literaria y económica sobre los escritores. No le fue difícil imponer su postura estética: en sus editoriales señalaba cuentos escritos por L. Sprague de Camp y por él mismo como el modelo a seguir por los otros autores y por la ciencia ficción en general: señaló un tipo de ciencia ficción más ambiciosa, que luego se conoció como cf dura, como la única ciencia ficción real, pura y verdadera. El resto, mantuvo luego, era fantasía.
De su rebaño de escritores surgirían los que serían conocidos como los tres grandes de la ciencia ficción: Robert A. Heinlein, Isaac Asimov y Arthur C. Clarke.
¿Cuáles son las características de la cf campbelliana?
a) estilo periodístico,
b) optimismo en la ciencia,
c) personajes planos y
d) cierta ideología progresista que subyace en el fondo.

a) Privilegia la prosa expositiva como el elemento principal, la tercera persona en tiempo pretérito como la forma dominante, porque se facilita la lectura y porque permite que la voz omnisciente hable a favor de los valores del sistema Campbell. Éste, quien había estudiado física en MIT y Duke, extendía su optimismo en la ciencia y tecnología a toda la literatura.
b) Alegaba que la cf era más grande y mejor que la literatura en general porque su dominio, todos los tiempos y lugares del universo, es más grande. Animaba a sus escritores a intentar predecir inventos, ciencia y acontecimientos futuros. A pesar de que sus muchachos no lo tomaban completamente en serio, y de que el mayor crítico de cf de los cincuenta, Damon Knight, señalara que incluir el elemento de la predicción en la estética del género era absurdo, sus lectores buscaban en sus relatos los elementos que se convertirían en realidad en el futuro que les tocaría ver.
c) Los personajes son, en cierto sentido, sólo una serie de figuras convencionales con variaciones menores, hechos para desplegar la natural superioridad de la inteligencia sobre la irracionalidad y las emociones. En general, los personajes centrales son los ganadores (el hombre competente, el ingeniero, el científico, el buen soldado, el hombre que trasciende sus circunstancias, el inventor: el “individuo Heinlein” que fue por décadas el modelo para los héroes de la cf moderna).
d) Transmitía también la fe en que el universo es conocible por entero a través de la ciencia y la tecnología, en el perfeccionamiento a largo plazo; una fe que combinaba las imágenes de la evolución con la idea de progreso; una especie de principio darwinista presente en la cultura de la ciencia y la ingeniería del mundo occidental de este siglo. Lo que de hecho hizo Campbell fue establecer un sistema de clases dentro del campo de la ciencia ficción que reflejaba la cosmovisión de la cultura tecnológica de los EE.UU. en ese período; los valores de este sistema procedían del axioma de que el conocimiento es poder y que el único conocimiento real es el conocimiento científico.
En la cumbre de la jerarquía científica están la física, la química y la astronomía, cuyas leyes y saberes son verificables de forma matemática. En el siguiente nivel se encuentran las ciencias biológicas, porque son en parte descriptivas o impuras, y finalmente las ciencias sociales: antropología, economía, ciencias políticas y psicología experimental. Más abajo, uno encuentra las humanidades: teología, filosofía, política y arte.
La cf campbelliana encarnaba las fantasías de poder de la cultura científica y tecnológica de la era moderna y validaba su fe en la supremacía del conocimiento científico sobre otras formas del saber; también, mucho de esto era xenofóbico, elitista, racista y psicológicamente ingenuo. Después de todo, Campbell, Heinlein y otros maestros de la llamada Edad de Oro tenían la influencia, para bien y para mal, del extremo chauvinismo de Rudyard Kipling. Esto último no lo comparte lo que aún se lee de aquel período, aunque todavía quedan algunos descendientes.
La visión de Campbell se mantuvo hegemónica hasta finales de los cincuenta; de hecho, el último año en que su revista ganó el voto popular para el premio Hugo de mejor revista de cf fue en 1965, el año en que concluyó la publicación por entregas de Dunas de Frank Herbert. Muchos de los mejores escritores, como Theodore Sturgeon y Clifford D. Simak, e incluso el mismo Heinlein se separaron de Campbell muy pronto o escribieron en reacción a sus opiniones. Otros, como Frederik Pohl, C. M. Kornbluth y Alfred Bester tuvieron que esperar una década o más para desarrollarse, hasta el advenimiento de los cincuenta, cuando aparecieron otros mercados que publicaban nuevos acercamientos y estilos. Esta nueva corriente fue llamada en su día “ficción especulativa” por los influyentes editores y críticos Judith Merril y Damon Knight. Fue en este período, a finales de los cincuenta, cuando P. Schuyler Miller, en su columna de revisión de libros en Astounding Stories, acuñó el término “ciencia ficción dura”, en contraposición con el nuevo tipo de cf, que para él, de algún modo se estaba ablandando.

Sin embargo, identificar lo que ahora denominamos cf dura con la cf campbelliana sería un error. La cf dura tiene raíces más profundas y anteriores a Campbell.
Ya señalé a Mary Shelley como la madre de la cf, pues la engendró con su Frankenstein, y a Hugo Gernsback como su padrino, porque le dio un nombre y características de género, pero todavía no señalo al que se considera como el padre de la cf, quien estableció sus temas principales y convenciones estéticas: H. G. Wells. Si bien parece extraña la cantidad de años entre Shelley y Wells, es porque no tomamos en cuenta la cantidad de protociencia ficción o cf prehistórica que se publicaba en esos años. La primera mención de la palabra “ciencia ficción” aparece en 1851, en un tratado de poesía de la ciencia del escritor inglés William Wilson:
“Campbell {el poeta escocés Thomas Campbell} dice que la ‘Ficción en la Poesía no es el reverso de la verdad, sino su dulce y encantador reflejo. Esto aplica especialmente a la Ciencia Ficción, en la que se nos dan verdades reveladas por la Ciencia, entreveradas con una historia placentera que puede ser por sí misma poética y verdadera, y así, ahora circula el conocimiento de la Poesía de la Ciencia, vestida con los ropajes de la Poesía de la Vida”.

Nadie usó la palabra de nuevo hasta 1929, cuando Gernsback decidió cambiar su rimbombante scientifiction, por ciencia ficción, en su nueva revista Science Wonder Stories; curiosamente, utilizando ideas similares a las del olvidado Wilson:
“La ciencia ficción no es sólo una idea de tremenda importancia, sino que será un factor fundamental en hacer del mundo un mejor lugar para vivir, a través de la educación del público en las posibilidades de la ciencia y la influencia de ésta en la vida... Si cada hombre, mujer, niño y niña, pudieran leer ciencia ficción, habría seguramente como resultado un gran beneficio para la comunidad... La ciencia ficción haría más feliz a la gente, les daría un entendimiento más amplio del mundo, los haría más tolerantes”.

El bibliógrafo Everett F. Bleiler cuenta más de tres mil novelas y cuentos de cf antes de 1930; en Francia, a las novelas de Verne y de sus múltiples imitadores se les llamaba “viajes extraordinarios”; en Inglaterra, a las obras de Edward Bellamy y otras decenas de autores similares se les denominaba “romances científicos”. En 1895, el mismo año de la publicación de La Máquina del Tiempo, de Wells, se editaron 52 obras de cf en inglés; 27 inglesas, 22 estadounidenses, una australiana y dos traducidas del francés. Los temas eran reducidos pero identificables como cf: viajes extraordinarios (donde se encontraba a veces a alguna “raza perdida”), historias futurísticas (utopías, guerras situadas en el futuro, “fantasías escatológicas”) e historias sobre inventos y maravillas científicas. De toda esta miríada de escritores, el mejor era Wells, consciente de que su trabajo era distinto a la concepción de la novela de entonces, incluso opuesto a las formas literarias y artísticas en boga. ¿Por qué?
Wells sostuvo una larga y encarnizada lucha contra Henry James y el movimiento llamado modernista en EE.UU. que éste lidereaba. Esta batalla, para todo propósito práctico, fue ganada por James. Wells se convirtió en el escritor más exitoso y popular de su época, pero al precio de perder influencia literaria y prestigio a favor de James. De ahí que la ciencia ficción sea considerada en el mundo occidental como un género menor, y despreciada por su relación con revistas pulp. Sin embargo, en esos años, primero con Wells y luego con otros escritores de gran talla, como Huxley, Orwell y Stapledon, la cf no se quedó como un entretenimiento barato, sino que evolucionó en oposición a la estética del estilo modernista, privilegiando la innovación en el contenido más que en el estilo. James le reprochaba a Wells que, siendo un diamante en bruto, no puliera su estilo; Wells respondía que, para él, el estilo no era más que un instrumento para comunicar sus ideas.
Así, debemos ver a la cf dura como anti-modernista (por lo menos desde los veinte, donde se convirtió en una corriente consciente y con un público definido). Si bien el modernismo era racional en su actitud y método, apartaba la vista del conocimiento tecnológico: “el arte para el bien del arte”. La naturaleza de la realidad, todo el universo externo se convirtieron en el alimento de la ciencia ficción. Poe, Verne y Wells proclamaron a la ciencia como nuestro esencial asidero de la realidad externa; se centraban en lo que la ciencia podía revelar y hacer; su preocupación no era el carácter humano en particular, sino la relación de la humanidad con el universo.

Características
[estilo, personajes, condición metafórica, punto de vista abstracto o divino, generadora de paradigmas]
La prosa de la cf dura es periodística y evita conscientemente efectos literarios; es la prosa de la descripción científica. ¿Por qué? Históricamente, esta es una de las principales técnicas para conseguir verosimilitud en una literatura que está distanciada radicalmente del aquí y ahora en la mayoría de los relatos; además, es una ventaja para el grupo principal de escritores y lectores de la cf dura que tienen antecedentes científicos o tecnológicos y que con frecuencia escriben y leen en este estilo. Los principales placeres de la cf dura no residen en sus efectos estilísticos. Uno puede resumir una historia de cf dura y comunicar su chispa esencial sin hacer referencia a su ejecución.

Pero si bien el estilo periodístico y divulgativo es la norma, no es la totalidad. La cf dura se renueva constantemente a sí misma. Jóvenes escritores de la talla de Greg Bear, Gregory Benford y David Brin se han convertido en sus defensores vigorosos; y los cyberpunks, en sus reformadores más recientes (en especial Bruce Sterling y William Gibson, que intentaron una fusión de la sofisticación estilística y atmósfera noir del género gótico con las preocupaciones tecnológicas y metafísicas esenciales de la cf dura).

No hay personajes bien redondeados en la cf dura, porque se reduciría el impacto de la estructura general que subyace en toda ella: la humanidad contra el universo. El universo es externo al personaje, éste debe interactuar con el ámbito externo y al hacerlo consigue o valida su identidad; los personajes representan o simbolizan a gente común en circunstancias hipotéticas.

En este sentido, la cf dura es una metáfora de la condición humana, una visión más grande y amplia de toda la humanidad.
¿Cómo se consigue esta visión alegórica? A través de una mecánica doble: por un lado, los elementos de la ficción, como la historia, el argumento, los personajes, te atrapan emocionalmente, mientras que la necesidad de aplicar el conocimiento científico te aleja intelectualmente. La cf dura nos puede llevar a un futuro remoto y a una distancia inimaginable del aquí y ahora, sólo para aprender algo posible o plausible en el aquí y ahora. Esto requiere de una doble concientización en los lectores: la relación contradictoria entre un involucramiento intenso y un enorme distanciamiento estético. ¿Por qué una doble concientización?
La cf dura tiene fama de optimista, debido a que los personajes humanos casi siempre sobreviven a ambientes que son inherentemente inhumanos. Pero esto no siempre es así. Este cuento carga un significado profundo y complejo para el lector de cf dura: simboliza las inexorables, frías e inhumanas fuerzas de la ley del universo. Por otro lado, J. G. Ballard, en sus novelas de cf dura contradice la asunción de la cf campbelliana, que decía que si sabías podías sobrevivir; Ballard te informa con desinterés clínico que el conocimiento no es suficiente: a largo plazo, en el universo no hay cabida para la supervivencia del ser humano.
Sin embargo, es cierto que en el fondo subyace una cierta fe en la ciencia, la fe en que el conocimiento tiene sentido. La ciencia ficción es una de las expresiones más interesantes y elocuentes de esta fe. Pero el optimismo es más cósmico que individual. El hecho de que a través de la novela nos anticipemos a hechos tan devastadores, como lectores en nuestra posición de espectadores alejados nos da una superioridad intelectual: por lo menos prevemos nuestro fin o el fin del universo. Incluso hay novelas que trascienden el fin del universo sin muchos problemas.

Así, la cf dura hace que los lectores tomen un punto de vista divino. Este es el sentido último del requerimiento de un distanciamiento estético. La cf dura, es, en este sentido, una literatura neo-platónica que se refiere implícita o explícitamente a las formas tras la realidad externa; los principios científicos son la alegoría de la verdad tras las apariencias, de un sentido cósmico más grande que el hombre mismo.
Tenemos, entonces, que la cf dura trata sobre la belleza de las ideas. Es la representación simbólica del asombro ante la percepción de la verdad, que antes se conseguía con la fe y la religión, y ahora en la forma del descubrimiento científico: el Eureka. Ya no importa el aparente optimismo o pesimismo de las obras, sino su esclarecimiento de nuestra percepción de la realidad, de la conciencia universal que nos proporcionan.

3.



Por último, la cf dura es la generadora de ideas en el campo de la cf. ¿Por qué? Por un lado, el género de la cf es interactivo por naturaleza, en el sentido de que los escritores leen las obras de su campo y los lectores retroalimentan a los escritores (a través de fanzines y cientos de convenciones realizadas todos los años), y es común la reutilización, con variaciones innovadoras, de las buenas ideas. Por otro lado, la ciencia ficción en general depende más del conocimiento de la cf dura publicada en las últimas décadas que de la ciencia.
Por ejemplo, es ya famosa la confusión de términos entre los canali en Marte de Schiaparelli y los canals que, en inglés, suponen la intervención humana. El astrónomo estadounidense Percival Lowell, víctima del error, buscó con la mayor testarudez pruebas de la existencia de vida en Marte. Wells, en La Guerra de los Mundos, acepta la premisa de Lowell de marcianos inteligentes, los dota de una naturaleza agresiva atribuida desde antiguo al sangriento planeta rojo que lleva el nombre del dios de la guerra, y se sirve de las descripciones científicas de Marte elaboradas por Lowell para extrapolar la naturaleza y los propósitos de la raza que invade la Tierra. La novela de Wells es la primera de una larga serie de obras que, basadas en ella, aceptan la hipótesis de los marcianos inteligentes y la toman como punto de partida: Una princesa de Marte de Edgar Rice Burroughs, el Marte de Ray Bradbury, etcétera.
La cf dura sigue generando nuevas traducciones de ideas científicas y contextos que se convierten en las figuras lingüísticas y locuciones cliché del resto del género. La misma figura lingüística “nave espacial” usada con soltura por cualquier escritor de cf, necesitó, para ser verosímil, un desarrollo con rigurosa lógica y estricto apego a los principios científicos por escritores de cf dura anteriores.
Así tenemos que, desde Wells, la cf dura es el cajón que suministra ideas e imágenes centrales a todas las otras formas de ciencia ficción; es el creador de figuras del habla y convenciones del género.
Decía al principio que si la cf utilizaba a la ciencia como el soporte mítico que le daba verosimilitud, la cf dura apuntalaba dicho soporte, y ya vimos cómo.
Debido a que la cf dura es la procreadora de las imágenes e ideas novedosas, a que algunas de sus obras se encuentran entre las mejores de la cf de todos los tiempos, a que sigue reteniendo su espíritu antimodernista y se mantiene ahora, a finales de los noventa, como una corriente vital a través de obras contemporáneas significativas, y a que lo mejor dentro de ella sigue siendo un modelo de aspiración para el resto del género, la ciencia ficción dura es la generadora de paradigmas de la ciencia ficción. Y como tal, debe seguir viva, si queremos que el género siga fuerte y creciendo.
¿Por qué es tan importante seguir manteniendo ese cajón de las ideas científicas? El saber científico no es “mejor” que otros, pero sí diferente. La diferencia entre las ciencias y otros conocimientos es la misma que encontramos entre la ciencia ficción y los otros géneros: tanto las ciencias como la ciencia ficción hacen un continuo esfuerzo para tomar conciencia de sus opiniones y contrastar su validez.
El valiosísimo, el indispensable aporte de la cf dura a la ciencia ficción son esas ideas científicas como instrumentos para pensar nuestra existencia de un modo distinto, de enterarnos de la saludable noción, como dijo Heinlein, de que, para bien o para mal, el mundo cambia. Kurt Vonnegut logra expresar esta idea en forma conmovedora en labios de su personaje Eliot Rosewater, lector inveterado del género, que les dice, honesto como todos los borrachos, a sus héroes, los escritores de ciencia ficción:
“Los quiero, hijos de perra... Ustedes ya son lo único que leo... Son los únicos con las suficientes agallas para que de veras les importe el futuro, que de veras notan lo que nos hacen las máquinas, lo que nos hacen las guerras, lo que nos hacen las ciudades, lo que nos hacen las ideas grandes y sencillas, lo que nos hacen los tremendos malentendidos, los errores, accidentes y catástrofes. Son los únicos lo bastante chiflados como para agonizar por el tiempo y las distancias sin límite, por los misterios que nunca morirán, por el hecho de que ahorita estamos determinando si el viaje espacial en los próximos mil millones de años va a ser el Cielo o el Infierno”.

Algo sobre el autor
Irma Amézquita es licenciada en comunicología. Pertenece a la planta editorial del fanzine LABERINTO de Guadalajara, México y es co-autora del primer juego de rol comercializado en el país: Laberinto, El Juego de Rol.