La ciencia ficción es uns literatura de limites como niebla, nuca definidos, nunca verdaderos límites. Gabriel Trujillo Muñoz da su visión del género en este artículo, apertura y presentación de su nuevo libro LOS CONFINES, Crónica de la Ciencia Ficción Mexicana, un grupo de esayos muy interesantes sobre el género en tierras aztecas.

DE CIENCIAS Y FICCIONES
Por: Gabriel Trujillo Muñoz
Tomado del libro : LOS CONFINES, CRÓNICA DE LA CIENCIA FICCIÓN MEXICANA


La ciencia ficción es una etiqueta puesta, desde que Hugo Gernsback acuñara el término en abril de 1911, a un género literario que enlaza a dos culturas poco propensas a trabajar unidas y en contacto: La cultura científica y la cultura humanística. La ciencia ficción es, por ello, un género híbrido que lo mismo se inclina a la especulación fundamental de la ciencia que rompe con metodologías y racionalidades para abrirse de capa con personajes fantásticos y seres maravillosos, por lo que toma elementos del relato de aventuras, del terror sobrenatural y del manual de divulgación científica, para conformar un monstruo paradójico que es mayor que la suma de sus partes. El que esta mezcla entre lo imposible y lo comprobable represente uno de los mayores logros de nuestra época se debe, en buena medida, a que la ciencia ficción es una de las primeras ars combinatoria de nuestra modernidad, desde el momento en que sus creadores supieron dar vida a sus historias y personajes con una perspectiva a la vez culta y popular. Como otras manifestaciones artísticas (cine, hazz, rock, arte pop), la ciencia ficción ha seguido desarrollándose conforme ha canibalizado a otros géneros literarios, como la utopía, la novela negra y la fantasía épica, para continuar afinando sus  visiones del universo y del papel que le corresponde en éste a la humanidad.

Y tales visiones no implican una profecía de las cosas por venir, sino una parábola del futuro a partir de las cuales cada autor vive y escribe. El futuro no es el imperativo categórico de la ciencia ficción ni es el espacio temporal donde todo debe ocurrir. Al contrario, el futuro es sólo el espacio donde se ubican los conflictos y convulsiones que obseden el presente de quien incursiona en este género literario. El tema fundamental de la ciencia ficción, el que está detrás de relatos y novelas sobre apocalipsis atómicos, invasiones extraterrestres, manipulaciones genéticas, inteligencias artificiales o desastres ecológicos, es la condición humana, sus esperanzas y temores, puestos en el escenario del mañana. El futuro es un espejo donde se refleja el rosotro multitudinario de la época de cada autor: el imaginario colectivo de su propia cultura.

No olvidemos, sin embargo, que aunque el siglo XX parece ser el siglo idóneo para el desarrollo y consolidación de una literatura que especula sobre los sueños y pesadillas del ser humano como ente individual y social, la ciencia ficción tiene sus orígenes en la revolución científica que comienza en el renacimiento (Copérnico, Galileo, Da Vinci, Harvey); se expande con las leyes de Newton y los axiomas de Descartes en el siglo XVII, convive con la revolución industrial y las ideas evolucionistas de cambio y transformación constante, y termina imponiéndose, a partir del siglo XIX, como el basamento conceptual de occidente y, más adelante, del mundo entero.

En tal contexto, la libertad de pensamientos ha sido un factor esencial para que los científicos y escritores se hayan atrevido a pensar más allá de obvios prejuicios religiosos y de condicionamientos políticos y sociales ajenos a esta conceptualización en continuo cambio. La ciencia ficción aparece únicamente cuando los hombres se permiten la mínima tolerancia y pueden especular a su antojo sobre la naturaleza y el mundo que los rodea. Sólo hasta que algunos literatos logran completar ellos mismos, y según sus ideas y razonamientos, la frase “¿qué pasaría si…” es que la ciencia ficción es posible. El resto de la interrogante ha sido llenada de diversas maneras: Voltaire imagina a un mundo más justo y sin privilegios aristocráticos en su Micromegas (1752); Mary Shelly juega con la posibilidad de volver a la vida a los muertos por medio del electromagnetismo en su Frankenstein o el moderno Prometeo (1818); Julio Verne despliega máquinas que viajan bajo el mar o naves tripuladas que son enviadas a explorar la luna; H.G. Wells pregona experimentos químicos para hacer al hombre invisible, máquinas que viajan por el tiempo y planetas habitados por seres hostiles. Todo es posible si primero es imaginado.

Nuestra centuria ha multiplicado estas posibilidades: allí están los robots de Karel Capek e Isaac Asimov; los imperios estelares de Jack Vance y C.J. Cherryl; las inteligencias artificiales de Arthur C. Clarke Y Stanislaw Lem; los universos alternos de Ursula K. Le Guin y Philip K. Dick; los mundos totalitarios y opresivos de Norman Spinrad y John Brunner; los orbes ecológico-políticos de Franck Herbert y los Hermanos Strugatski; la especulación matemático-metafísica de David Zindell y Van Vogt; la épica medievalista de Gene Wolfe y Robert Silverberg; la xenofobia y la descriminación racial de orson Scott Card y David Brin; el catastrofismo urbanístico de J. G. Ballard y Domingo Santos; la realidad virtual a ritmo de rock de William Gibson y Bruce Sterling.

A toda esta gama de realidades narrativas, que lo mismo pueden situarse en el pasado que en el futuro, la ciencia ficción ha dado cobijo. En ocasiones los resultados han influído incluso a la literatura en general y otras veces sólo han sido modas que pasan. Pero las ideas novedosas, la imaginación que se tensa hasta sus límites, los retuécanos científicos basados en investigaciones de frontera, la lucidez y la audacia, son partes fundamentales de un género que nunca se ha dormido en sus  laureles y que a pear de sus múltiples detractores y burlas, ha terminado por imponerse como una literatura valiosa por sí misma, como un vehículo de excelencia para asumir la crisis permanente del mundo en que vivimos.

De ahí que la ciencia ficción hoy se manifieste como un género literario que igual está representado por científicos deseosos de popularizar los últimos adelantos de la ciencia, que por escritores que sitúan sus novelas de aventuras en un ambiente futurista, o por literatos dispuestos a edificar una literatura que evite los clichés (el extraterrestre amenazante, el robot desquiciado, el héroe interplanetario) con que se le conoce a nivel popular y profundice, con libertad creativa, en las luces y sombras de la vida humana. Los críticos literarios han denominado a la ciencia ficción un género anfibio, unaescritura donde lo real y lo imaginario coinciden, donde la razón y sinrazón comparten un mismo espacio. En esta literatura nada es lo que parece. Por eso Richard Corliss dice que la ciencia ficción es un acto subversión disfrasado de cuento de hadas. Una caja de sorpresas que nadie resiste abrir. Tal es la fuente primaria de este género: la curiosidad del ser humano por conocer el mundo y conocerse a sí mismo, por descubrir quién es y hasta dónde puede ser capaz de llegar, de experimentar, de resistir, de cambiar.



Algo sobre el autor:
Gabriel Trujillo Muñoz es escritor e investigador en el campo de la ciencia ficción mexicana. Ganó el segundo lugar del premio UPC de España en 1998 y el premio de novela Colima por su novela Espantapájaros, editada por Lectorum