"Y dioses y mortales temen el hollar allà donde el portal a prohibidas esferas y tiempos está cerrado; mas monstruosos horrores aguardan al pasajero de extraños eones...Cuando despierte aquello que no está muerto..." Este pasaje, escrito en alguno de aquellos libros prohibidos y abyectos es cierto. Y de eso estarán bien seguros los tripulantes de esta nave estelar.
EL INFANTE
por: Javier Álvarez Mesa

-No éramos tan malos como nos pintan.
-Yo diría que sí -le responde el teniente-, yo diría que sí.
-Pero teniente, entonces...
-Sí, Alonso, sí. Nosotros somos los malos, por mucho que digan lo contrario, curas y demás. Hemos acabado de arruinar a estos pringaos.
-Creí que eran una amenaza, que luchábamos por Dios y...
-¿Dios? ¿Amenaza? Oh, vamos, Alonso. Estamos aquí porque estos pobres piden más arroz del que les corresponde, estamos porque pensaron que podían aspirar a un poco más, a algo más justo. Y lo único que han conseguido es morir a balazos en vez de por hambre. He aquí la justicia del gran gobierno mundial. La Pax.
-Pero... no puede ser, deben haberse equivocado, no creo que... la democracia... -balbucea incoherente el soldado.
-¿Democracia? ¿Con el mismo partido en el poder durante cuarenta años? Somos un imperio, muchacho. Un imperio en expansión, llevamos la tecnología a pobres incivilizados como éstos. A cambio de poco, como su trigo y arroz que tanto necesitamos en el núcleo, ahora son felices gracias al espaciofutbol y el gladiódromo.
 El teniente y el infante se marcharon de ese planeta, sabiendo que eran tan malos como los pintasen, e incluso más.

-Los disturbios del planeta Indetria están solucionados. Esto es; ya no habrá más, señor.
-Oh, ah, bien. ¿Llevaron el arroz al mundo de Krunn?
-Así es, señor. Ahora están de camino hacía aquí, señor.
-Puedes retirarte.
 El primer ministro se retira de la presencia de su presidente.
 



PARTE I

 


Me llamo Francisco Méndez, por un tiempo infante de marina a las órdenes de la República; aquella falsa república: El Imperio.
 De los muchos horrores que pude ver en la guerra, en primera línea, pocos como el que aconteció a la vuelta de la escaramuza de Indetria; de tal impacto pues no era éste horror atribuible al género humano. Aunque no adelantemos acontecimientos.
 El asunto comenzó cuando estando en mi camarote, que compartía con otros tres infantes, entre ellos aquel al que llamaban El Profesor; pues al parecer había sido científico, profesor de secundaria  o algo parecido y andaba siempre divagando sobre temas cósmicos, cuando no teológicos.
 Estando en el camarote, decía, aquel primer día del regreso saltó El Profesor a discutirnos y preguntarnos sobre nuestros conocimientos del Universo.
 -Pero el que conduce su automóvil eléctrico no conoce cómo funciona el motor de éste –le dije yo, ante una de sus preguntas.
 -Oh, el motor eléctrico es muy sencillo; pero no os lo explicaré ahora... El caso es que nadie de los que nos hallamos en la nave sabemos cómo funciona su generador de fusión, y sobre todo, cómo su controlador magnético-gravítico –Una pausa de paseo de mirada por rostros ajenos-. ¿Quién diseñó este último? –acabó preguntando El Profesor.
 -Creo que el físico Wördsguth –contesta uno de los chicos, un alemán llamado Ziegue.
 -¿Wördsguth? Eso deben ser  unas salchichas –Nos reímos-. No, el controlador MG lo ideó Wand-Gunn; si os acordáis, el mismo que inventó la aero-balleta.
 -Aaah –se aclaró Alonso, el mejicano.
  -Bien. Dime, españolito –dijo dirigiéndose a mí-: ¿Cuál es su mecánica de funcionamiento? Es decir, ¿cómo y por qué funciona?
 -Ya sabes que no lo sé.
 -¿Y alguien lo sabe? ¿Habéis conocido a alguien que lo sepa? Yo os diré quién lo sabe: Nadie. Sólo se limitan a construirlos, y funcionan. Oh, ya; tienen técnicos que los reparan, físicos que los modifican... Todo chapucería. Nadie entiende realmente cómo funciona un controlador MG, nadie.
 -Oh, vamos –dijo Ziegue-. Alguien habrá.
 -Nadie que yo conozca.
 Entonces viajábamos en el espacio por pura casualidad, por el genio de alguien muerto hace siglos; Éramos técnicos y científicos, nada de ingenieros.
 La idea del salto MG era la de un pliegue del espacio, una especie de aplicación del Principio de la Indeterminación a gran escala, reduciendo los años luz a minutos a un décimo de c . (C= Velocidad de la luz)
¿Y nadie sabía cómo se conseguía?

Al día siguiente sorprendí, al regresar antes de lo previsto de una guardia, a El Profesor leyendo un extraño libro, absorto; un viejo libro de bordes roídos por antiguas ratas.
-¿Qué es esto, Profesor?
Se sobresaltó, pero reaccionó raudo en ocultar el arcano manuscrito en uno de los cajones bajo llave de su litera.
-Oh, cuentos: Estúpidos cuentos de terror escritos por los antiguos.
Así que cuentos de terror, y de la era pre-espacial. Bien, ninguna cerradura se me resistía, ya descubriría lo que era cuando él estuviera de guardia.
-¿Te das cuenta que hasta ahora nadie ha dado una definición absoluta del universo?
¿Estaba cambiando de tema? Quizá el libro estuviera relacionado con estas sus divagaciones astronómicas y físicas.
-Bueno, creo recordar que últimamente era relativista.
-Y ahora han vuelto a realizar experimentos que, según dicen, demuestran su carácter euclídeo.
-Bien -¿Y a mi qué?.
-¿Y si el universo no fuera ni lo uno ni lo otro? Y si simplemente fuera... cambiante; caprichoso... Ahora soy así, ahora soy asá.
-¿Qué quieres decir?
-Que tal vez en verdad haya algo más. Dime, españolito: ¿Quién dicta las reglas?
-¿Cómo...? El Universo es el Universo: explotó y se  originó; se expandió, se contraerá y volverá a explotar. Así es.
-¿Quién dice que hubo un Big Bang? ¿Y si la prueba de la radiación remanente es...? Bien, digamos que la radiación remanente se debe a otra cosa... Dime: ¿Por qué nadie ha saltado, ha viajado al punto de origen? A ese punto que según los localizadores es el punto original de densidad infinita.
-¡Sí que han ido!
-Pero no se han puesto sobre él. ¿Qué tal probar a ponerse sobre él?
Qué tonterías decía.
Tengo que ver ese libro, me dije. Y vaya si lo vi.
Al día siguiente, mientras  El Profesor estuvo de guardia, violé la cerradura de su cajón y leí aquel maldito libro.
 

Da los Primordiales

, estaba escrito en su tapa. Y tras éstas se hablaba de los horrores y del comienzo y fin de los tiempos; y aún siendo antiguo, muy antiguo, describía los viajes espaciales y de cómo volar con la mente por el cosmos, y de lo peligroso de atarse a los primordiales, de sacrificios a éstos y de los grandes Cthugha y Nyarlathotep, y también del Gran Viejo.

Encerraren al Gran Viejo en fel origen del tiempo y da el espacio, allá en R’lyeh, e allí durmiera para los restos de aquest eternidad, sino despartaré imprudeante falguno, que entonces retornare Él: Cthulhu, el Gran Viejo.

Pero... Todo aquello debían ser patrañas; tenían que serlas. No era científico. No tenía consistencia sino como cuento de hadas; pero despertó una sensación de inquietud en mí.
Bah, cuentos de miedo para niños, me dije, y olvidé el asunto. Estúpido de mí, había dejado que sobreviniera el principio del fin.
 



PARTE II

 


Me despertó una sacudida: La nave estaba dando saltos cual caballo salvaje que se resistiera a ser domado.
-¿Qué demonios...?
Corrí por los pasillos, en uno me encontré a unos cuantos mirando a un monitor de comunicación
 -¡Está loco, nos matará a todos! –gritaba Alonso señalando el aparato.
 En el monitor aparecía una imagen del puente, todos los oficiales muertos y El Profesor al timón.
 Entonces lo supe, supe a donde íbamos.
 ¡Estábamos a sólo dos minutos de destino! ¿Pero por qué me aterrorizaba así? Llegaríamos y punto. Nada pasaría; ninguna de esas historias era cierta.
  Me dirigí al puente. No más asomarme a la entrada, una bala rebotó cerca de mi cabeza.
 -¡¿Pero qué demonios...?!
 -¡Ni lo intentes, cerdo! –me gritó El Profesor.
 -¡Soy yo!
 -¿Españolito? Ja, ja. ¿Qué tal, dispuesto a ver al Gran Viejo? ¡Ahora verás cuanta razón tengo! Ja, ja.
 Estaba loco.
 -Treinta segundos para destino –comunicó una voz metálica.
 Cerré los ojos y me deslice por la pared hasta quedar sentado en el suelo, agazapado.
 Íbamos a morir, no sé por qué, pero ese era mi pensamiento. Aun cuando en aquel momento me parecía del todo irracional, y trataba de librarme de él. Son tonterías, me decía a mi mismo, tonterías escritas por un arcano y que este loco tomó por realidades.
 -Llegados a destino –anunció la voz metálica.
 Abrí los ojos: Nada, no había ocurrido nada. Me asome al puente y allí estaba El Profesor, cabizbajo. Pobre, pasaría el resto de su vida en un manicomio. Eso es seguro, me dije.
 ¿Pero qué hacía? ¿Rezar? Oraba en una lengua extraña...
 -¡Noooo! –Salté sobre él, pero fue tarde. Una luz violácea  invadió el puente.
 



PARTE III

 


Estábamos en el mar. La nave flotaba sobre las aguas bajo unas nubes y un cielo como el de la Tierra. Suaves olas impactaban contra el casco de la nave; aunque no diseñada para tal medio, parecía desenvuelta en él. Mire al puesto de piloto; al timón El Profesor y más allá,  a través de los enormes ventanales, allá lejos, una isla.
 -Ey, el españolito está despierto -me dijo-. ¿Ves como tenía razón? Ahora sabemos la verdadera explicación a las cuestiones de los científicos. ¡Y ellos me llamaban loco! –Desde luego que lo estaba, pensé-. Esa es la isla del Gran Viejo, españolito. Allí nos dirigimos.
 -¿Pero cómo no nos hemos hundido? ¿Y cómo piloteas la nave? –me sorprendí al escucharme a mí mismo hacer tales preguntas, en vez de otras, más filosóficas.
 -En cuanto a hundirse... Oh, simplemente flotamos –contestó e hizo una pausa para pasarse el brazo por la boca: ¡Se le caía la baba!-. Y en cuanto –prosiguió- a tu otra pregunta, tengo conectados los impulsores de distancia corta.
¿Cuánto tiempo llevaba así? Los impulsores no obtenían energía del generador de fusión,  ya que sería un desperdicio pues el generador generaría mucha más energía de la necesaria y los almacenadores secundarios  se sobresaturarían con el exceso; habría que radiar la energía sobrante al exterior. Así pues, los impulsores funcionaban por el impulso de una pequeña central térmica –sí, sí; en verdad era la solución más acertada- alimentada por combustible.
-¡Agotarás el combustible!
-No creas, españolito. Hay combustible de sobra.
Por unos momentos sólo pude quedarme boquiabierto mirando la tétrica isla que  en una de las pantallas se nos aparecía ampliada. Isla de estructuras retorcidas y de árboles de hojas grises y moradas, y en su centro, aquella montaña, como un cuchillo hacía el cielo, destacando entre el maremagno de picos curvados y colinas de espiral.
Un escalofrío me recorrió desde los tendones del pie derecho hasta el hombro izquierdo, una serpiente de cuchillas entrelazadas, buscando mi cerebro.
Entonces los vi, venían desde la izquierda, o babor. Eran como las nubes de langostas de  Indetria, que llegaban tras la batalla a devorar a los muertos; pero éstos eran más grandes.
-Mi-gos –dijo El Profesor.
Intenté salir del puente, para ir a vestirme con el traje y el equipo de combate, pues las langostas venían hacía nosotros. No pude, aquel loco había sellado la puerta.
-¡Maldito loco!
Llegaron. Se estrellaban contra los ventanales y los arañaban, intentando alcanzarnos. Luego desaparecieron de estos; intentarían entrar de otra forma.
Conecté las cámaras de la nave y observe en los monitores. Me senté delante de éstos y, accionando los controles, seleccione las cámaras de los pasillos dónde había puertas al exterior.
Una de éstas estalló y un chorro de aquellas criaturas se derramó al interior de la nave. Vi como los infantes se les oponían y les aniquilaban con sus ametralladoras y rifles. Masacraban a aquellos horribles seres, horrores del pasado, de aspecto entre hongo e insecto.
Suspiré al ver que no parecían tan peligrosos, pero poco me duró el alivio pues de repente tronó dentro del puente y entraron en él: Se me había olvidado, el puente también tenía puerta al exterior.
Ni yo ni El Profesor estábamos equipados para el combate; pero al menos él aún tenía la ametralladora con la que me había disparado.
Corrí hacía los armarios, mientras El Profesor hacía papilla a uno de aquellos horrores que me perseguía. Llegué a una taquilla y dentro de ella encontré una pistola de alto calibre; suficiente.
-¡Aaaargh! –gritaba El Profesor a la par que ametrallaba la sala a discreción.
Entonces tuve un momento de descanso que aproveché para correr hacía el puerto del timonel. Una de aquellas palancas nos haría salir de allí. Tire de la situada a la derecha del timón: los impulsores al máximo. Tire de la situada a la izquierda: maniobra vertical; nos elevamos sobre el mar.
-¿Qué haces estúpido? –me gritó el profesor y me di cuenta de que aquellos que llamaba Mi-gos se habían marchado.
Nos apuntamos el uno al otro con las armas, pero  fui más rápido que él. Le di en el hombro y los disparos de su ametralladora cambiaron su blanco por el techo de la sala.
Estaba inutilizado para dispararme, así que me concentré en el pilotaje, intentando  huir de ese planeta.
Aun estábamos a la vista de la isla cuando  lo escuché murmurar: Estaba leyendo del arcano libro. No pude sino fijar mi vista en el mar que dejábamos atrás: Un enorme hueco en éste provocado por las aguas al retirarse. Del negro agujero surgió el objeto de mis pesadillas de allí en adelante, el enorme terror vacío que me asalta cada noche e intenta arrancarme de los brazos de la cordura.
-¡Imann Ezquauel Cthulhu...! –gritaba el profesor.
Era una enorme mole del tamaño de la más alta montaña, de color ceniciento con manchas de negro vacío, con millones de aquellos parásitos volando a su alrededor. Sus enormes alas negras abarcarían decenas de kilómetros al desplegarse, creando una sombra de pánico que mataría toda cordura. Dos cuencas vacías del tamaño de cientos de metros debían ser los ojos; y en vez de boca, tenía unas barbas verdosas de cientos de tentáculos que se agitaban en nuestra dirección.
Tenía que hacer algo, antes de que la locura se me llevase por completo: Salté sobre el profesor y le machaque el rostro a puñetazos, hasta dejarlo inconsciente. Entonces me puse a buscar en el libro un milagro que nos sacara de allí.
 

Invocasión dal Retorno

Esperaba que no fuera El Retorno de ningún otro terror parecido, sino el del invocador a su mundo natural. Me arriesgué a leerlo.
Sentado en mi viejo sillón frente a la videovisión, ya retirado del servicio, en un cutre apartamento de la calle Torremolinos de una vieja ciudad de la anciana Europa, ruego a los cielos por no tener que abandonar nunca más este apestoso planeta, ruego por no volver a ver en la realidad aquello que tanto conozco en mis pesadillas. He quemado el libro, y espero que fuera copia única; pues la humanidad nunca ha de tomar conciencia de aquellos que una vez poblaron el mundo original, de los horrores que medran a la sombra del Gran Viejo y de donde habitan. ¡Que la no-existencia me lleve antes de que mi alma sea devorada por Shub-Niggurath!



 Unas palabras sobre El Autor
(Eh, ese soy yo) : )
Me llaman de varios nombres, y algunos muy feos, pero siempre he preferido el original: Javier Álvarez Mesa. Nacido en Córdoba(España) a cosa del 9 de septiembre del 1975; Así pues, puedo decir que nací bajo la dictadura, aunque de poco me enteré. De padre minero, y más tarde obrero de fábrica y
madre puericultora soy hijo, y no me puedo quejar, pues a mis veinticuatro años, a las puertas de acabar una carrera, ITI Electrónica, me veo.Asmático y alérgico a casi todo desde los seis años, hube de pasar del
deporte y divertirme con entretenimientos más calmados, en principio  elcomic del que más tarde pasé a la literatura; lector y dibujante/escritor de las dos modalidades.
Pero de instrucción poca, que lo poco que se lo aprendí de la observación, leyendo libros: confieso que más de lengua anglosajona (pero traducidos) que de la española; cómo autores preferidos cuento a Vazquez-Figueroa, Lovecraft, Tolkien, Perez-Reverte, Asimov, Follet y Cervantes; entre  otrosy a cual remix más variopinto...
Pero no sólo estos han influido en mi estilo; que lo mismo se influye en el escribir por el leer que por el hablar; y muchas frases derivan del lenguaje "cerrado" de la panda de amigos con la que me junto así como del observar la fauna cordobesa; Uno de mis proyectos inconclusos el "Desventura de la Chusma"; una especie de autobiografía; En este estilo se apoyan la trilogía de cuentos de "desventura del puerco" y otros tantos como "La Balada de Zain"; Gracias: Pedro, "Tachi", Mañani y "El Chico".
¡Y no olvidemos que la música que uno se pone para escribir(los que usamos de esta)! Que no es lo mismo el escribir un relato onírico escuchando a THE DOORS que a los CHEMICAL BROTHERS; y para escribir una batalla mejor escucha LAS VALKIRIAS de Wagner que a Britney Spears.
Ea, para cabar decir que estoy en el paro, como buen futuro ingeniero cordobés, a rachas de ETT y que aunque no pretendo vivir de la literatura,sí que pretendo dedicarme a ésta lo más que pueda.
 



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