Uno de los asesinos en serie más conocidos en el mundo entero - si no es el que más - es sin duda Jack el destripador. Detras de él se a tejido toda una leyenda alimentada indudablemente por su figura misteriosa y por haber escapado de la justicia inglesa indemne. Una figura como esta , como bien indica Jose Luis Zárate en su siguiente artículo, bien da la impresión de ser un personaje inventado... |
Por José Luis Zárate Herrera.
Hay
seres que, a pesar de tener una existencia real, documentadamente precisa
(como, por ejemplo, Vlad Tepes el Empalador, figura histórica
en la cual se basa el Drácula de Stoker) dan
la impresión de haber sido inventados.No es pues, extraño,
que personajes reales, como Jack circulen en la literatura fantástica.
En la prestigiosa antología Visiones Peligrosas compilada
por Harlan Ellison no hay uno, sino dos cuentos que
combinan al asesino de Whitechapel y a la ciencia
ficción; sin mencionar a Sinceramente suyo, Jack El
Destripador de Robert Bloch
que nos habla de un asesino inmortal, incluso
el capitán Kirk
tuvo que destruir a uno de los avatares
del asesino; también, en el terreno de la ficción, se le
han enfrentado H.G. Wells,
Sherlock Holmes, el conde de Transilvania, incluso un Batman
victoriano. Sin negar la belleza oscura de
algunos de estos homenajes al criminal, no hay nada tan terrible como la
verdadera historia.
El asesino psicótico, figura importantísima
en la literatura de horror, posee dos características
que
hacen su sombra más ominosa: Nadie conoce su forma y nunca es posible
saber cuando aparecerá. Es una sombra
afilada. Quienes lo representan son sus víctimas, los rastros sanguinolentos
que deja tras de sí. A veces los despojos
son terriblemente convincentes, los más extraños y entusiastas
representantes que puedan imaginarse,
forjadores de pesadillas. Los cadáveres de Jack fueron más
lejos: tejieron una leyenda
Six little
whores, glad to be alive
One sidles up to Jack, then there are
five
Four and whore rhuime aright, so do
three and me
I'll set the town alight, ere there
are two
(Seis prostitutas, contentas de vivir/
una topa con Jack y solo quedan cinco/
cuatro y prostituta riman muy bien, lo
mismo que tres y yo/
Incendiaré la ciudad y sólo
quedarán dos).
Se duda de la autenticidad de las cartas, "¡Le
escribo desde el infierno, señor Lusk!, pero el nombre
de Jack The Ripper esta qué ni mandado a hacer. La silueta más
oscura entre la opresiva niebla del Londres
Victoriano. Un sueño obsesivo que millones compartieron.
¿Disfrutó el asesino con
el miedo que creaba? Eran tiempos anteriores al conocimiento de Freudy
a los demonios interiores del subconsciente. ¿Se imaginó
alguien a un hombrecillo que atisbaba la oscuridad
desde su casa, temeroso de abandonar su refugio de luz y calor para adentrarse
en las negras calles donde podía reinar
el mal con total impunidad, un hombre gris leyendo con miedo y con ciertoretorcido
deleite que no puede comprender, las crónicas de los brutales asesinatos,
alguien que parece carecer de las fuerzas
suficientes para hacer frente a los hechos del día; y sin embargo,
dentro de su mente, detrás de objetos
nimios están escondidos los instrumentos de trabajo de un asesino,
los resortes
secretos que lo hicieron emprender su sangrienta
cruzada, las razones del porqué Jack era Jack? ¿Se
imaginó alguien a la bestia temerosa de la
sombra que era él mismo?
Tal vez Jack no sea una mala figura emblemática
para el Londres de 1888. Después de todo, esos hechos
sangrientos ocurrían en la capital de uno de los imperios más
poderosos de su época. Tal vez, como
el hipotético Jack que ignoraba su personalidad, la sociedad victoriana
miraba a su monstruo con idéntico temor,
ignorando que ella lo había creado, que su alimento era su sistema
social. Que había surgido en esa época
y lugar porque, precisamente, era producto de esa época y lugar.
Era, como lo es siempre, como lo es ahora,
el tiempo de los asesinos.
La
forma, aparentemente más sencilla para evitar un encuentro con Jack
era quedarse en casa.
Pero las mujeres de Whitechapel no podían
permitirse el lujo de la seguridad. Debían vender su sexo parasobrevivir.
Habría quien deseara ese cuerpo. Y lo había: en pedacitos
e inmóvil.
Las mujeres salían a las calles
musitando una pequeña oración: no me puede suceder a mí.
Londres era, en ese entonces, la ciudad
más grande del mundo, su enorme tamaño brindaba unaespecie
de seguridad estadística: con tantas posibles víctimas ¿era
lógico esperar el encuentro con el monstruo?
Sólo a cinco mujeres les fallaron los números. El mismo golpe
de suerte necesario para sacarse la lotería
las ayudó a encontrarse con Jack.
Al mirar el rostro que todo el mundo buscaba,
tal vez no lo reconocieron de inmediato, o no creyeron
que era la bestia, pero el escalpelo, el bisturí, aquel cuchillo
preciso de Jack hizo las presentaciones necesarias.
Un misterio mayor que la identidad de Jack
El Destripador es lo que ocurrió entre las víctimas yel carnicero
en esos pocos instantes del encuentro.
Las cinco mujeres que conocieron la cara
de Jack fueron: Polly Nicholls, muerta el 13 de agosto de
1888, Annie Chapman el 8 de septiembre, Catherine Eddowes y Elizabeth Berner
muertas el 30 de septiembre a pocas calles
de distancia una de la otra, y finalmente Mary Jane Kelly, el 8 de noviembre.
Los expertos aseguran que esas fueron las únicas
víctimas de Jack El Destripador, el brazo arrancado que se
encontró en el Támesis por esas fechas debió ser obra
a otro asesino, la muerte de Martha Tabram por 39
puñaladas un hecho cotidiano. Después de todo, Jack no era
la única bestia suelta en el Londres de 1888.
Era una ciudad grande. Había lugar para todos.
Las cinco mujeres murieron de la misma
forma: Jack les tapó la boca brutalmente con una mano mientras
les cortaba el cuello con la otra. Encuentros efímeros, barcos cruzándose
en la niebla. ¿Cual el dolor mayor:
la feroz presión de los dedos del asesino sobre el rostro, o el
súbito tirón del degüello? Se sabía
que Mary Kelly vivía aterrorizada temiendo un encuentro con Jack.
¿Qué pensó en esos minutos? ¿qué
puede uno pensar en los fugaces instantes del crimen? Un instante del cual
nadie está a salvo. El encuentro con
una muerte sin sentido ni piedad, una noche cualquiera que puede transformarse
en la
última. El encuentro incomprensiblemente
íntimo con el asesino, es una pesadilla recurrente en nuestrasociedad
actual. Después de todo, el gran atractivo de las ciudades son las
posibilidades que encierra.
Siempre puede uno conocer a gente interesante.
Jack trabajó siempre de noche, fue
visto por mil gentes pero nadie imaginó que él era el criminal.
Invisible. ¿Abordó a las prostitutas
que iba a matar con cortesía, o con la indiferencia propia del que
hace uso continuo de ellas? Tal vez se fingió
un borracho inofensivo buscando unos instantes de calor humano.¿Cómo
saberlo? Lo único cierto es que Jack apartó a sus víctimas
del río de gente, de la realidad, y las sumergió
con él en el mito. Al matarlas les brindó la inmortalidad.
Tal vez no lo ignoraba.
¿Qué palabras usó?
¿les habló siquiera? ¿Hubo una presentación
formal? De ser cierto que escribió
las cartas dirigidas a la policía, entonces Jack debió ser
un hombre que adoraba lo teatral, el melodrama.
¿Qué público más atento que sus víctimas?
Nunca debió esperar aplausos ni crítica alguna.
Era una obra de un acto, irrepetible. ¿Cuando
tiempo se tarda en morir? ¿qué frases, que oración
puede susurrar el asesino en esos instantes?
Las mutilaciones vinieron después.
¿Para quién trabajó
Jack en esos momentos? ¿quien o qué lo motivaba a seguir
con su sangrienta labor, trazando surcos en
la carne, acariciando visceras secretas, descubriendo órganos ocultos:
el amor hacia el cuerpo destrozado, su propio
mensaje secreto, la búsqueda de sus desconocidas necesidades? ¿Sesintió
Jack solo en esos segundos, o el cuerpo tibio era una compañía
largamente esperada? ¿O tal vez el cadáver
a sus pies no era más que un instrumento, materia prima y su trabajo
fue realizado para que loadmiraran los cazadores? ¿qué es
peor: el amor o la indiferencia hacia los cuerpos? Tal vez de saber elnombre
de Jack El Destripador fuera sencillo adivinar sus motivaciones. O tal
vez no. ¿Quien podría saberlo?
Lo cierto es que a nuestra civilización
el misterio de Jack le resulta intensamente atractivo. Miles de
gentes, a través de los años, se han esforzado por dotarlo
de un rostro, de una voz, por descifrar el mensaje
oculto detrás de sus crímenes.
Seguimos buscado esas líneas dichas
en una callejuela oscura, una noche de 1888 a una mujer trágicamente
condenada.
Jack nos llama desde esas sombras y nosotros
acudimos a su llamado.
Como
Jack El Destripador no era nadie, se transformó en todos. Jack era
el Londres nocturno, las calles malolientes,
la seguridad lejana. Jack era la necesidad de salir a las calles aunque
no se quisiera, el miedo atenazando a los
que se sumergían en la noche en busca de alimento. Jack era la niebla,
y los pasos imprecisos de alguien, algo, que
se acercaba. Eran los callejones negros y los ojos de fiera en la penumbra.
Jack era omnipotente, omnipresente. De
quererlo podría hacer cualquier cosa, cometer cualquier crimen
fuera de su particular coto de caza, entrar a cualquier lugar, acercarse
a la mujer que deseara con su acerada sonrisa.
Y no sólo las mujeres le temían, Jack podría cambiar
de víctimas en cualquier momento.
La prostitución en el Londres victoriano
de 1888, sumergido en una de las peores épocas represivas
donde la moral y las buenas costumbres estaban ante todo, era una realidad
molesta que Jack había puesto a la
luz. Hay quien afirma que ese era el propósito de las carnicerías,
matar violentamente a quien la sociedad mataba
con lentitud. Están aquí, son producto de ustedes mismos
y al matarlas los destrozo a ustedes: tal
podría haber sido el mensaje. Pero en 1888 el sentimiento hacia
esas víctimas era ambiguo: eran unas
pobres mujeres asesinadas y a la vez unas prostitutas, es decir (según
la moral
imperante) las mujeres más envilecidas.
No es difícil imaginar seguir la
línea de pensamiento de las "buenas conciencias", es posible quese
dijeran que los asesinatos eran un repulsivo final para una vida igual...
si vivieran diferente, si -- como las mujeres
decentes -- se quedaran en sus casas limpiecitas y cuidaran a sus bellos
niños no les habría ocurrido
nada... tal vez se lo merecieran, pero no tener casas limpiecitas, ni niños
bonitos, ni marido que se ganara fácilmente
la vida con sus negocios, ni dinero suficiente para no tener que salir
a la calle... posiblemente sus vidas desordenadas
atrajeron al asesino... si no existieran... si fuera posible erradicarlas...
entonces ¡el asesino desaparecería!. Resultado: una cacería
de brujas contra las prostitutas.
Ellas eran, también, Jack El Destripador.
Las víctimas eran el asesino. Y como a un asesino se les trató.
Culpables de estar vivas, de manchar Whitechapel,
Londres, de ser la base de una pirámide social y económica
que centralizaba el dinero y el poder en unas pocas manos. Debían
acabar con ellas a base de persecuciones,
de remodelaciones del barrio que las sacaran de ahí (¿hacia
donde? no importaba), destruirlas a base de
sermones llenos de ira en contra de las vidas salvajes que se oponían
a las sanas costumbres victorianas. Si no
se regeneraban... era culpa suya lo que pasara a continuación. Todos
eran Jack El Destripador.