Los relatos de tiendas fantasticas y misteriosas son frecuentes en la literatura fantástica. De una u otra manera la mayor parte de los escritores caen en este tema recurrente que nunca deja de ser atractivo... es algo asi como los Beatles, nunca pasa de moda.

Lucy en el cielo
por Gabriel Benítez

El crepusculo cubria de rojo el urbano cielo de la ciudad, cuando por casualidad mi mirada se encontró con esa extraña y pequeña tienda, ubicada en uno de los rincones mas apartados y solitarios de aquel modesto barrio neoyorkino por donde caminaba yo aquella tarde de abril. Seguramente no hubiese detenido mi paseo a no ser por aquel pequeño letrerito en la vitrina del local que logro picar con exito mi curiosidad. El letrero dictaba:

"SE VENDEN OBJETOS PERSONALES DE LAS GRANDES ESTRELLAS DE LA MUSICA"

Sonreí ironicamente pensando entonces que cualquier cosa que vendieran ahí, tendria poco o nada que ver con lo que el anuncio en la vitrina pregonaba. Era solo un tonto e inocente engaño.

De cualquier manera y motivado por la falto de algo que hacer, decidí entrar al local.

El interior era pequeño y oscuro; del techo colgaba un foco que apenas iluminaba las paredes tapisadas de grandes posters que mostraban las conocidas caras y figuras de cantantes y musicos.

Aquí y alla pude reconocer a varios famosos, como un rey Elvis con su chaqueta de cuero blanco o un Alice Cooper con su extravagante maquillaje facial.Pero el retrato que mas llamó mi atención no fue ninguno de los anteriores: esté mostraba los sonrientes rostros de los cuatro jovenes de Liverpool fotografiados a blanco y negro.

Por un momento mi interes se centro solo en ese poster de los Beatles hasta el punto de caer en un tipo de ensoñación parecido al que se obtiene frente a un aparato de televisión, donde nuestros ojos se niegan a parpadear y extrañamente descansan.

El contacto de una fuerte mano en uno de mis hombros me volvio bruscamente a la realidad.

- ¿Te gustan? - dijo la voz de un extraño muchacho de unos 14 años al cual no habia visto llegar. - ¡Ellos son mis preferidos...!

Entonces, caminando con un extraño balanceo, el muchacho se dirigió de un mostrador y escuche el caracteristico klik de un tocadiscos. Al momento, el local se lleno de una conocida melodia de los Beatles.

- Es "La Banda de los Corazones Solitarios del Sto. Pimienta"- dijo el muchacho.- Ese sargento es un buen tipo. Yo lo conozco.

Al decir esto, se señalo a si mismo y sonrió con orgullo.

Por un momento llegé a pensar que aquel muchacho estaba drogado o tal vez borracho, pero observandolo mejor me di cuenta de que de en verdad no habia ingerido nada de eso. "Es un retrasado mental" , pensé.

Y era cierto.

- Esa canción me gusta.- dijo con una especie de alegria.- Pero prefiero "Lucy en el cielo con Diamantes", es linda... ¡ y Lucy también es linda!

En ese instante un hombre viejo y de pelo cano salió al mostrador.

-Larry, deja en paz al señor. - le ordenó al muchacho y este, claramente desilucionado se retiro hacia un cuarto detras del mostrador, el mismo de donde habia salido el hombre antes. Las cortinas que cubrian la puerta se retirarón dandole paso al entristecido chico.

- Disculpelo, señor, él no quiere molestar a nadie... él esta un poco mal. Usted me entiende...

Le contesté que no habia de que preocuparse y que Larry no me habia molestado en lo absoluto.

-¡Oh, bien!- sonrió el viejo.- Entonces pase usted y vea todo lo que tenemos. ¡Son objetos personales autenticos! No le miento... tenemos cepillos de dientes que pertenecieron a Elvis... De hecho son muy solicitados por los Fans del Rey... se los puedo mostrar.

-No es necesario.- interrumpí.- Prefiero observar por mi mismo lo que hay, si no le molesta. De todos modos, gracias.

Curiosie por un rato entre un grupo de pequeñas cajas apiladas en una mesa al centro del cuarto, acompañado aún por la musica de los Beatles y cuando ya me decidia a irme, observe en la esquina superior del mostrador un raro cristal.

Lo tomé y lo miré un rato con interes. No era la gran cosa, pero era bonito y brillaba bien a la débil luz del foco. Ademas, su interior parecia contener alguna extraña niebla que tomaba formas y colores cambiantes segun giraba yo aquella curiosidad. Era en verdad facinante.

-¿Le agrada?- preguntó el viejo.- Perteneció a uno de los Beatles, pero no se con seguridad a quien... Tal vez a Lenon... parece que a él le gustaban las cosas raras como esa... ¡Oh, por supuesto que yo no quiero decir que ud...!

- No importa.- le dije, riendo, al atribulado vendedor que ya no encontraba donde esconder la cara de la verguenza.

-Es bonito... ¿En cuanto me lo deja?

-Que le parecen... ¿4 dolares?

No lo pensé mucho.

- Me parece bien.- dije y saqué el dinero, que coloque sobre el mostrador.

En ese preciso instante volvió al local el muchacho retrasado y cuando vio la baratija en mi mano, l anzó un grito.

- ¡No, papá!...¡El cristal!

- Se lo he vendido al señor, Larry.

El muchacho abrió desmesuradamente los ojos.

- ¡No, no! ¡Adentro va Lucy, papá! ¡Adentro va Lucy!

Desesperado, el chico me suplicaba.

- Damelo, por favor damelo... no me lo quites. ¡No te lleves a Lucy!

- Por favor, Larry, calmate. Adentro no va ninguna Lucy.- dijo el viejo y detuvo al muchacho por los hombros.

- ¡Oh, si hay algun problema, yo puedo...- intenté decir.

- No señor, no se preocupe, no hay ningun problema. Usted lo compró y es suyo. Estos ataques suelen ocurrirle a Larry.

De cualquier manera el chico continuaba gritando: "Lucy, Lucy, ¡No te lleves a Lucy!... devuelvemela...¡Por favor!

-¡Larry, callate ya!.- gritó el hombre y abofeteó al muchacho.- ¡Entra a la casa, ahora! ¡Despues hablaremos!

Profundamente abatido, Larry obedeció entre sollozos y se retiró.

- Siento mucho lo ocurrido, le aseguro que...- comenzó a disculparse el viejo.

Lo interrumpí, diciendole que no habia de que preocuparse.

- Al contrario, él que siente lo ocurrido soy yo. No quiero hacer daño al muchacho arrebatandole algo que parece tan querido para él, asi que...

- No señor.- el viejo impidio que terminara de hablar.- Larry debe comenzar a entender. Es por el bien de él... no crea usted que esto me agrada. Puede estar seguro que esto me duele mas a mi que a él. Soy su padre y como tal, lo quiero... pero él debe comenzar a entender que no es posible tenerlo todo, que algun dia todo se acabará. Porque yo ya estoy viejo, señor, y como esa piedra que usted se lleva yo tambien pronto me ire... y a donde voy, no puedo llevar a Larry... ¿Entiende ahora, señor? Larry debe comenzar a comprender...

Asentí.

Salí del local con la baratija en mi mano. Detras de mi, los Beatles continuaban cantando.

Fue en la noche cuando ocurrio todo.

Cansado de tanto caminar me tendí aun vestido en la cama y miré el cristal en mi mano. Satisfecho la cerre sobre la baratija y apague la luz de la lampara sobre mi buró. No tarde mucho en sentir el placer del sueño.

Fue entonces que lo percibí.

¡ Mi cama se movia ! Instintiva y rapidamente abrí los ojos esperando encontrar solo oscuridad. Pero ya no la habia.

Ya no habia oscuridad en ese lugar..., y cama tampoco.

Ahora estaba tendido en el suelo de un solitario vagon de pasajeros de un tren que se movia.

Confundido y asustado me levante del suelo y escruté el silencio de aquel vagón. Solo el monotono sonido de la maquina sobre los rieles invadia el lugar. Entonces contemplé el extraño paisaje que se extendia fuera del tren.

Viajaba a travez de la llanura mas verde que se puede imaginar, invadida en pequeños trechos por gigantescas flores multicolores y cuyos petalos parecian hechos de... ¿celofán?. Cuatro hombres, calculé, uno encima del otro, apenas hubieran podido llegar hasta arriba.

Cosas brillantes, parecidas a mariposas, se deslizaban volando por entre ellas y al tocarlas con sus etereas alas, estas cambiaban al color que hubiesen acariciado.

Pero el cielo era lo mas sorprendente. Parecia hecho de liquidos de colores, tantos y tan variados como no he visto nunca juntos. La primera impresión que me dio al ver ese cielo, me recordó a la mermelada.

¡Un cielo de mermelada!

No pude resistir mas la tentación y salí al exterior a uno de los balcones del vagón.

¡Que aire mas diafano!

Intempestivamente, un velo de oscuridad me cubrió por completo, sin embargo, rapido volvio la luz. Habia pasado por un tunel y ahora viajaba por un puente, suspendido este sobre un pequeño y colorido cañón por donde se deslizaba un cristalino rio.

Y alla abajo vi un espectaculo increible. Una vision digna de locos.

Un grupo de seres semejantes a hombres pero con cabeza mas parecida a la de un caballo que a cualquier otra cosa, comian pasteles cerca de una multicolor fuente que brillaba con intensidad a la luz del dia.

-Hombres-caballo.- pensé.- Que sueño mas raro este...<p> Pasé el cañón, y mas adelante, aparecio una ciudad . En verdad solo logre vislumbrar su silueta porque para entonces un gigantesco y rojo disco solar se cernia ya detras de ella, convirtiendola en una sombra y envolviendo en un anaranjado tinte al resto de este paisaje. En ese momento, no se por que, recorde a un antiguo Londres con sus edificios y chimeneas.

Poco tiempo transcurrio hasta que el solitario tren se detuvo en una vieja estación. Baje del vagón y miré de un lado a otro. Estaba solo. El lugar estaba abandonado.

Caminé un poco por el gigantesco anden, observando. Cerca de ahí se encontraba una puerta que daba al exterior. Era bastante ancha y en sus extremos se encontraban dos inmobiles hombres que parecian hechos de plastilina. Sus trajes, overoles de color azul marino, parecian sujetos con tirantes de cristal.

-¿Porteros de plastilina? Todo esto comenzó a despertar en mi una sospecha. Yo sabia algo sobre este sitio.

Mi vista volvió a recorrer la estación.

Fue entonces que la vi.

Estaba del otro lado del lugar, de donde yo habia venido. Era una mujer.

Ella vovió su rostro hacia mi. Era la joven mas hermosa de la que puedo tener memoria y por un momento pareció brillar con un fulgor propio.

Pero lo mas sorprendente eran sus ojos. ¡Ojos donde se dibujaban figuras de colores, eternamente cambiantes, figuras de caleidoscopio!

-¡Lucy!... ¡La chica de los ojos caleidoscopicos, la chica de la canción!

¡"Lucy en el cielo con diamantes"! Todo se aclaró para mi en ese momento. No era un sueño. Ese lugar era real y yo habia llegado ahí como llegaran antes cuatro jovenes cantantes de Liverpool y un muchacho llamado Larry... ¡Por medio del cristal!

Entonces miré mis manos, buscandolo. Antes de dormir lo tenia yo en la derecha. Pero ahora ya no tenia nada.

Sentí como un frio glacial comenzaba a recorrer mi espalda y a crisparme los nervios...

Si el cristal me habia traido, con seguridad podia volver a sacarme, pero yo ya no lo tenia.

Corrí hacia el tren con la esperanza de encotrarlo en algun vagón, pero no lo halle en ninguno. Seguramente debio haber caido de mi mano cuando sali al balcón y ahora se encontraba tirado en algun lugar por esa lejana via.

Esa via que se perdia en el infinito y multicolor mundo de Lucy.

Mas alla del horizonte.

En algun lugar.

Sintiendo las piernas como gelatina comence a andar. No miré hacia atras, pero por el rabillo del ojo me parecio ver a un grupo de pequeños seres, con patas pero sin brazos, bailar alrrededor de Lucy.

- Me acostumbraré.- pense.- Me acostumbraré...

Y siguiendo la via deje atras la vieja estación..

Desde entonces no he dejado de buscar el cristal, recorriendo el camino de los rieles, arañando hasta por debajo de las piedras...

Y tal vez no lo encuentre nunca... pero yo siempre he dicho que la esperanza es lo ultimo que muere.

Y ahora, mientras busco, por el cielo de mermelada flota un submarino amarillo.



Escribi este cuento aproximadamente en 1989 cuande entré a la universidad. Como pueden ver, el tema es la conocida situacion de la tienda que vende objetos magicos...En realidad no pense en eso cuando lo hice. Para ese entonces yo habia visto en video la pelicula "El Submarino Amarillo" y me habia facinado su estilo psicodelico...me parecio que le quedaba bien a una pelicula animada de los Beatles. Intente retratar algo de ese estilo en mi hisotria (no se si lo hice bien o mal, eso lo decidiran ustedes) pero es uno de los relatos que veo agrada mas a los lectores que han tenido la occasion de conocer lo que escribo. Sin embargo, lo que he notado es que lo que mas les gusta no es el mundo de Lucy, sino la parte de la tienda. Creo que es una parte en cierta forma muy humana. A la gente le gusta eso... Esa parte humana es algo de lo que carecemos muchos de los escritores de ciencia ficcion , tal vez porque lo que mas nos atrae de las historias no es tanto el sentimiento sino la especulación de la idea tratada. Sin embargo, tampoco podemos decir que todos olvidan esa parte humana en las novelas..ahí tenemos a Clifford D. Simack y su fabulosa "Estación de Transito" o "La cueva de los Ciervos Danzarines".

"Lucy..." es una historia de fantasía, por supuesto, pero la verdad siempre he preferido la ciencia ficcion. Espero les agrade.