Bienvenidos a Marte. Un planeta arido y vacio como las esperanzas y los sueños de muchos hombres, como la soledad de un dios triste y abandonado. 

CUALQUIER PLEGARIA, CUALQUIER ORACION DE SER HUMANO
Por: Gabriel Benítez
Un relato del Taller "LeGuin" de LABERINTO

1.

El Dr. Nero Sampieri pudo ver desde el ventanal de su cubiculo al grupo de hombres caminando a lo lejos. Eran visibles gracias a sus gruesos trajes de presurización , trajes de un color verde brillante que contrastaba con el rojo oxidado del suelo de Marte. Detrás de ellos, un carrito-robot, con provisiones encapsuladas y cilindros de oxigeno seguía al grupo.
No había duda de que era otra de esas peregrinaciones.
Sampieri se retiro de su lugar frente a la ventana y tomó el teléfono empotrado en una de las paredes. Marcó un numero.  No tardaron en contestarle del otro lado de la línea.
 

2.

El encargado de la base minera había arreglado para él una cita con los peregrinos a eso de las 8 de la mañana, tiempo terrestre, pero cuando Sampieri llegó al salón de transportes donde se alojaba el grupo, ya no había nadie.
Demonios. Había perdido una valiosa oportunidad de enterarse de primera mano de todo aquello que…
 

Sampieri se volvió.
Era el carro-robot  que había visto ayer tras el grupo.El vehículo, - casi del tamaño de un carro de golf - con llantas de tracción delantera y un ojo electrónico que partia de enfrente de la cabina, soportado por un brazo extensible insistió:
  Asintió.
  Sampieri no pudo evitar un gestó de frustración ante la noticia. Soltó una leve maldición.
  Sampieri se encaminó a la segunda puerta de acceso al domo. No había mucho problema en cuanto a la comunicación con los peregrinos de “Novena”, pero si en cuanto a las lecturas que había arrojado el satélite. Dos días malos modificarían el itinerario de su visita a las ruinas. Habría que ajustar la agenda.
  El carrito se detuvo a unos pasos del doctor.
  Sampieri lo siguió en silenció. Cuando el aparato llegó, dos brazos extensibles mas se despegaron de sus lados. Ambos tenían  dos pares de piezas prensiles parecidas a dedos acomodados en cruz. El carrito abrió uno de los cajones y con una lenta destreza mecánica obtuvo del interior una bolsa con una serie  serie de pequeñas figuritas, casi del tamaño de una nuez. Le tendió una a Sampieri.
  Sampieri se colocó un par de gafas que obtuvo de la bolsa de su camisa y miró el objeto a la luz. Era de piedra y las formas talladas en ella no tenían ningún significado para él. No era la primera vez que veía una de esas. Ya le habían mostrado varias en la Tierra, cuando los primeros descubrimientos. No mostraban un avanzado desarrollo artesanal y su utilidad era prácticamente desconocida pero de cualquier forma aún perduraba la curiosidad sobre la clase de seres que habían realizado eso. Debían haber sido marcianos, por supuesto, pero no se tenía ni idea de su origen, su morfología, su forma de pensar, su destino. Nada. Ni una pista. Cuando el hombre puso su primer pie en Marte este ya era un planeta bien muerto.
 


La verdad, Sampieri no pensaba gastar mucho de su tiempo observando piedras talladas junto a un carro robotico. Estaba pensando en decirle esto a su anfitrión, cuando miró con detenimiento la segunda piedra. No era como las demás. El delicado trabajo de su  diseño remataba en una buena pulida que la hacia ver brillante. Además era de color verde. Sampieri miró al carro robot.
 

Interesante dato. Eso Sampieri no lo sabia. Ni siquiera tenia idea de que los peregrinos hicieran ese tipo de trabajos como ofrenda. El fenómeno ya comenzaba a profundizar más en la región de los ritos. Sin embargo estuvo de acuerdo en que aquello era lógico. Debían haberlo esperado desde que recibieron las noticias de las procesiones a los santuarios.
 Mientras tanto, otra idea fue la que ocupo su mente:
  Una caminata de 8 kilómetros con un traje de presurización no era cualquier cosa  -pensó.-  y menos para un niño. No. La empresa era muy arriesgada.

Sampieri miró de nuevo la piedra y decidió entrar de lleno al tema que más le intrigaba:
 

El carro robot pareció procesar la información por unos momentos.
  El momentáneo silenció del robot le indico a Sampieri que este buscaba algo en sus datos de memoria. El carro robot contestó, como despertando de repente:
   El doctor miró intrigado a su interlocutor y de nuevo al guijarro en sus manos. ¿Como podía ser eso? Una peregrinación de  acción de gracias era comprensible, pero ofrendas de ese tipo especificaban ya una organización ritual más elaborada… a menos de que a alguien se le hubiese ocurrido crear esa moda desde la primera vez. Le pregunto al carro sobre la persona que había dado esa idea. El carro proceso la información más rápido que en la vez anterior y le dio la respuesta:
 


3.
 


4.

La siguiente ves que Sampieri habló con el carro robot este se encontraba en mantenimiento. Sus brazos extensibles le permitían al aparato hacer esta tarea por si solo, por lo cual encontró el garaje vacío de personal y a oscuras. Solo se encontraba iluminado el espacio ocupado por el carro.
Sampieri se acercó.
 

Sampieri detuvo un momento la platica mientras cerraba sus ojos para intentar volver a recordar la majestuosidad de aquel paisaje . Nada, ni siquiera la mejor holografía podría capturar la espectacularidad de ese momento. La experiencia fue tan subyugante y poderosa que incluso llegó a olvidarse del traje de presurizacion y de su equipo de acompañantes.
  El auto robot dejó sus repuestos de lado, como si quisiera prestar toda su atención a Sampieri. Por supuesto que un robot podía perfectamente trabajar y atender cualquier conversación al mismo tiempo, sin embargo…
  Hubo un instante de silencio y luego el carro contesto:
  El carro robot sacudió su cámara de visualización primero a la izquierda, después a la derecha y de nuevo al centro, como si no entendiera la disertación de Sampieri que acababa de convertirse más en una platica consigo mismo que con su  acompañante cibernética. El robot hizo un nuevo y tímido intento de interrupción.
Sampieri detuvo su disertación .
 
5.
 

6.

Cuando terminó de platicar con el robot se encontraba verdaderamente sorprendido, totalmente anonadado. Él aparato había podido hablar con el dios marciano y este le había dicho todas aquellas cosas.
Lo sabia. Sabia  que la maquina podría estar, lo que podria determinarse como “loca”. Técnicamente podría estarlo. Pero le creyó. Creyo todo lo que le dijo…
 

Una especie de frío corrió por su espalda. El carro robot lo hacia ver muy simple: El dios marciano hablaría con él ese día  en la noche… especialmente con él.
Aún lo bastante inquieto por esta “revelación”, se levantó del banquillo y dando las buenas noches tomo en dirección  a la salida del garaje. No lo podía creer. En su interior se debatía una especie de excitación, miedo y curiosidad como no lo había sentido nunca.
Entonces, antes de salir, recordó algo y volvió con rapidez hacia el espacio donde se encontraba el carro robot.
  El robot volvió por un momento a ese silencio mecánico de su cerebro extrayendo información. Después , volvió hacia el doctor Sampieri su visor mecánico y contesto: