Nos han  repetido hasta el cansanció que nos estamos exterminando, practicamente suicidando...aficionados como somos ha culpar a otros, hemos aprendido a llamar a nuestro enemigo de diferentes formas:  tecnología,  contaminación,  guerra, extraterrestres invasores...pero a final de cuentas el nombre  no importa. Puede ser que al final, no sea otro sino el propio hombre, el que tire del gatillo de su propia destrucción

MENSAJERO
por :Sergio Cervantes

Abro los ojos, pero no levanto la cabeza; me siento tan cansado...

Mi mente está vacía, no recuerdo qué ocurrió, pero la opresión que dificulta mi respiración anuncia la pesadilla.

Fluyen las imágenes, desordenadas y difusas, y aún así, dolorosas; muy dolorosas... Podría haber pasado una semana, tal vez un mes o hasta un año, sin embargo, mi malestar indica un lapso no mayorde unas cuantas horas después de... "aquello".
Poco a poco, clemente, mi cabeza relata la historia recién protagonizada junto con el resto de la Gloriosa Primera Defensa en la Estación Espacial Militar ¨Presidente Juarez", ubicada muy cerca del planeta Neptuno.

Esa mañana, fué tan aburrida como cualquiera; me había parecido hasta detestable y cargaba un humor de los mil demonios. El despertador se había negado a sonar a la hora acostumbrada, y fué el culpable de que no alcanzara a alimentar a mi seco estómago que siempre respingó remilgoso. Para reafirmar mi ácido temperamento, el jefe de la cuadrilla Coraje, mi cuadrilla, me obligó a drenar las inmundicias de los acorazados Caporal de Hierro, en castigo a mi impuntualidad, según él, irresponsable.

Terminada la humillante labor, me atavié con el equipo y vestimentas de un piloto; quedando así listo para el vuelo de
reconocimiento: la primera tarea de la jornada, de la Cuadrilla en conjunto.

La tarea, breve en sí, era ampliamente disfrutada por cada piloto de la Cuadrilla, pués nos permitía realizar un sinnúmero
de barbaridades a bordo de nuestros Zaetas; los cazas más pequeños, rápidos y escurridizos que nunca antes había
maniobrado en mi ya recorrida carrera.

Entré sin miramientos en el lustroso número 11, el fiel compañero de magníficos combates e intrascendentes maniobras, y acoplé mis extremidades a los familiares gobiernos del vehículo. Con ansia, aplasté el botón de encendido, y un zumbido casi inaudible, y la palabra LISTO luminosa en el tablero, me dieron luz verde. Apreté el mango de la palanca y la flaca silueta de mi vehículo zurcó el aire de la estación, y después, el vacío del exterior.

Todos los 700 cazas de la flota tendríamos que acompañarnos hasta el "punto de fuga", donde, siguiendo el procedimiento, cada uno enfilaría hasta la zona de exploración que se le había encomendado.

Esta vez, todo sería fatídicamente distinto...

Con su origen en nada, un haz que lastimó nuestras retinas rasgó la obscuridad y arrasó las interferencias de su inmisericorde recta trayectoria. Decenas de compañeros perecieron en esa primera ofensa.

Un segundo después, nuestra avasallada flota se retorcería agonizante ante las mortíferas centellas que a intervalos irregulares brotaban de aquel enemigo sin cara.

"¡Si tan solo supiera dónde atacar...!", aullé en esos instantes de sangre y desesperación.

Por los auriculares, escuché las suplicantes voces de mis compañeros y el "¡qué pasa, señores!" desde la base en la
Presidente Juarez. Ninguno respondió: mucho hacíamos intentandosobrevivir a los rayos asesinos. Además, ¿qué podríamos explicar?

"Si tan solo supiera dónde atacar..."; palabras que tuve que tragarme...

Originadas en la misma nada que las luces fulminantes, surgieron centenas de exiguas naves de formas irregulares; todas distintas.No eran más rápidas que nuestros Zaetas, pero sí mucho másmortíferas: nuestras piezas de artillería eran vanos juguetesen comparación. ¡Más nuestros juguetes tambien destruyeron cuando hicieron blanco!

Nuestro júbilo por el derribe de un invasor era rápidamente opacado por la caída de dos o tres de los nuestros.

Pasaron veinte minutos de agonía... Y paró la masacre tan intempestivamente como su inicio. La maraña de objetos pulsantes se inmovilizó en el vacío.

Escuché un susurro --más parecido a un quejido-- por el altavoz. "Agrúpense", dijo. Apenas pude reconocer la voz de nuestro valiente jefe de sesión. Como robots obedecimos.

Ya formados, el radar parecía mentir sardónicamente: sólo quedábamos setenta y ocho elementos de la flota. ¡Una miseria de la Gloriosa Primera Defensa!

Tuve que abrir muy bien los ojos para librarlos de la fina nébula que habíales comenzado a germinar.

--Señores-- se escuchó de pronto por la comunicación; no era humana la voz, pero sí, perfectamente comprensible--: esta es la primera y UNICA advertencia de nuestra especie; cuyo nombre, no podrían ni pronunciar...

Entonces hubo una  pausa eterna.

Escuchamos - como amplificados-  tronidos por el altavoz, y lo que podía ser una lánguida respiración; luego, una profunda inspiración y de nuevo la voz extraterráquea:

--Somos una civilización poderosa y juiciosa; y desde tiempos incomprensibles a su razón, nos hemos erigido como Preservadores del Débil Equilibrio del Universo... Entre nuestras tareas, está el regenerar a las especies nocivas; principalmente a aquellas que han alcansado un alto grado de avance científico y tecnológico, que las convierte, en una grave amenaza para el Universo que TODOS compartimos. Desgraciadamente, "homo sapiens" --la honda voz tembló un poco--, estan catalogados como una especie peligrosa, debido a la apremiante presión que sus pasiones ejercen sobre su raciocinio.

El ser inspiró muy profundo y siguió:

--Los hemos estudiado, y también vigilado..., y en los últimos tiempos, sabemos, han alcanzado desarrollos considerables. ¡Y estoes intolerablemente peligroso!

Mi corazón latía con gran fuerza. Sabía que el desenlace no sería agradable.

--Ustedes, infelices criaturas, acaban de atestiguar nuestra fuerza superior; y ahora serán heraldos de nuestra ley y mensaje...

El altavoz atronó ante la voz embravecida, que luego continuó sosegada (mi corazón latía más fuerte y aprisa y golpeaba
dolorosamente mi plexo):

--EXIGIMOS la erradicación estrictamente total, de cualquier clase de armamento en todos, y cada uno, de los países de sucivilización; además de frenar su nueva manufactura; los arsenales deben pertenecer al pasado... Deben tambien, detener la explotación irresponsable de su planeta hogar. El universo no le pertenece a nadie, y mucho menos a quien lo devasta y arruina. DETENGAN la polución de su habitat; e inicien préstamente la depuración de los lugares donde la devastación y contaminación no sean, aún, irreversibles. --

"Enfoquen su inteligencia y acciones al protección de la vida y su proliferación... que al final, la recompensa será basta."

Calló: ya no se escuchó ni el chasquido producido por las interferencias. Pensé que el sermón había concluido, cuando bramó  una vez más el altavoz:

--Esperaremos su respuesta; tienen noventa dias terrestres. Si la contestación fuera nula o negativa, SERAN CONDENADOS AL EXTERMINIO... No habrá prórrogas ni marcha atrás. --

De nuevo se hizo el silencio; y esta vez, la voz no se escuchó más.

Regresamos los sobrevivientes.

Tambien en la estación habían recibido el mensaje; estaban aturdidos. Los de mayor rango discutieron por horas; seguido nos dieron las instrucciones de abordar nuestras naves y aguardar en el exterior en formación viajera. Iríamos hasta la Guardia MDIX, una antigua base militar de nuestra misma especie y raza ajena, ubicada en el Area de Influencia de Saturno.

Guardábamos la esperanza de que la Alianza IX no nos guardara añejos rencores de guerra; eran los coespecímenes más cercanos, no podíamos aventurarnos hasta la Tierra.

No creyeron nuestras palabras...

Les imploramos, ¡casi nos humillamos! Temieron una invasión. Atacaron.

Nosotros... demasiado castigados, nos hicieron trizas. La verdad, no sé cómo pude escapar. ¡Creo que nunca volé tan raudo!
Volé y volé hasta que mi nave quemó la última gota de su combustible. Ahora, estoy encallado en el vacío de quién sabe dónde...

¡Por Dios! ¡Quién llevará mi mensaje a la Tierra...!



 Unas palabras sobre el autor
Sergio Cervantes vive en Jalisco y es uno más de los escritores que han contactado y colaborado con esta página cediendonos amablemente uno de sus relatos. MENSAJERO me ha parecido un buen cuento de ciencia ficción y  el tremendo final me pareció excelentemente desesperante. Sergio acaba tambien de estrenar su página de Internet donde pueden leer más relatos de ciencia ficción escritos por él.