Lo malo de las actuales guerras no son tanto los miles de muertos que hay en ellas, sino que se a perdido el espíritu del honor y la caballerosidad. Afortunadamente en un relato como este, vemos reflejada la esperanza de que al menos en el holocausto, las grandes potencias aún tengan un un gesto de honorabilidad amiga para nosotros... :) |
TENÍA QUE LLEGAR AL METRO
por: Andrés Tonini
Octavio
López tenía miedo.
Sabía que quedaba poco
tiempo. ¿Cuánto? No lo podía precisar con exactitud,
pero se agotaba rápidamente.
Había abandonado el taxi
en el que viajaba dejando a un aturdido conductor que no atinaba a pronunciar
palabra alguna, tan aturdido como seguramente se encontraría en
este momento casi toda la ciudad.
Pero sabía también
que ese estupor no duraría mucho.Que en cualquier momento empezaría
a desatarse el pánicoy
aquellos que lograran sobreponerse a la sorpresa tratarían de
hacer lo que él intentaba en estos momentos.
Tenía que llegar al metro.
Era su única salvación.
Mientras corría, no pudo
dejar de sonreír al recordar lo absurdo de la situación.
Se suponía que esto NO PODÍA suceder. Los medios oficiales
y privados habían asegurado una y otra vez que tal cosa jamás
ocurriría. Pero como de costumbre, la realidad había
sido muy distinta.
"Y pensar que era tan distinto",
se dijo, recordando como hasta hace unos pocos años, en la década
pasada, con la amenaza del comunismo desaparecida del planeta –de una forma
u otra–, se vaticinaban nuevos y mejores tiempos. Dado que ya no había
razón alguna para mantener arsenales nucleares, a instancia de los
Estados Unidos se decidió deshacerse de ellos. Se firmaron varios
tratados y para asegurarse de su adecuado cumplimiento incluso se creó
una comisión especial en las Naciones Unidas. Y se inició
el Programa para la Destrucción Global de Armas Nucleares; con el
aplauso del mundo entero poco a poco se fue informando a la población
en general el avance de la resolución. Primero fue Rusia y lasnuevas
Repúblicas Independientes, que hambrientas rápidamente aceptaron
a cambio de grano. Después siguieron Inglaterra, Francia y otras
naciones; gracias a la presión internacional se logró que
hasta China redujera notablemente su arsenal. Y entonce tocó el
turno a Estados Unidos y fue cuando empezaron los problemas. La comisión
de la ONU encargada desupervisar el desarme se encontró con una
serie de excusas para posponer la destrucción de su armamento.
Esta tardanza en el cumplimiento de los tratados suscitaron una
serie de protestas en todo el mundo, en especial por parte de la pequeña
isla de Cuba, uno de los últimos reductos del llamado Imperio del
Mal en el planeta.
Fue entonces cuando ocurrió aquel
terribleaccidente. De manera inexplicable la isla fue prácticamente
borrada del mapa. Misiles nucleares tácticos de baja potencia hicieron
blanco directo en Ciudad Habana, Santa Clara y Holguín; casi no
hubosobrevivientes.
Ante los reclamos del mundo entero los
Estados Unidos dijeron que todo había sido un lamentable error técnico
y para sustentar su afirmación explicaron que si se hubiera tratado
de un ataque premeditado no habrían destruido también su
base en Guantánamo (aunque nunca explicaron del todo el por qué
el oficial de mayor rango en la isla cuando sucedió la desgracia
era un simple capitán, ni tampoco pudieron justificar la afortunada
epidemia de cólera que obligó a la evacuación de dos
terceras partes del personal semanas antes del fatídico día).
Tiempo después, al ver que el
gobierno norteamericano no iniciaba ninguna maniobra para dar cumplimiento
a los tratados, con justificada indignación el dirigente de la República
Popular de China amenazó con tomar medidas drásticas en contra
de la hegemonía capitalista. Indicó que iniciaría
un programa de rearme a gran escala, en un discurso que sería recordado
por generaciones, no porque se tratara que una obra maestra de retórica
o algo parecido, sino porque fue el primer discurso en lahistoria de la
humanidad interrumpido por un ataque nuclear.
Claro que los chinos no estaban del
todo desprevenidos, pero los pocos misiles que lograron salir de sus silos
fueron destruidos por la tan controversial Iniciativa de Defensa
Estratégica, la cual, a pesar de sus detractores había
cumplido
cabalmente con sus funciones haciendo estallar en pleno vuelo a los
misiles chinos evitando que tocasen suelo norteamericano –claro que las
explosiones afectaron a algunos países neutrales en el conflicto,
y ni qué decir del daño que provocaron a la ya maltrecha
capa de ozono, pero al menos su objetivo principal se había cumplido
y el País de la Libertad salió indemne de una guerra más–.
Los restantes países con
capacidad militar se encontraron de repente sordos y ciegos, incapaces
de coordinar alguna acción defensiva u ofensiva, pues durante el
corto conflicto chino-norteamericano curiosamente todos sus satélites
militares habían sido alcanzados –otro de esos fallos tecnológicos
inexplicables–, en la refriega.
Después de Cuba y China siguieron
otros países. La mayoría de ellos en Asia y en Africa. Siempre
aquellos que no se plegaban incondicionalmente a los deseos de la tierra
de la libre empresa, y siempre con armas nucleares tácticas. Cuando
Japón y Alemania –por ese entonces las únicas naciones capaces
de competir con el Tío Sam– intentaron protestar por el empleo de
tácticas ilegales para la apertura de mercados, una velada amenaza
recordándoles los horrores de la Segunda Guerra Mundial, en especial
Hiroshima, consiguió –oh milagros de la diplomacia moderna– que
hasta la cuantiosa deuda externa norteamericana fuese condonada.
Y entonces le llegó el turno a
México...
Primero fue el Golfo de California.
Se declaró que era indispensable para la economía de ambas
naciones la creación de un "corredor" que permitiera a Estados Unidos
el libre acceso al Mar de Cortés. Se dijo que tal cosa traería
beneficios a ambas partes; empleos y mejores condiciones de vida para losbajacalifornianos.
Pero por supuesto que esto no sucedió
jamás. El delicado ecosistema marino de la región se vio
duramente afectado por las descargas de sustancias altamente tóxicas
emitidas por las nuevas empresas.Especies endémicas desaparecieron
para siempre, extinguidas ya por la contaminación, ya por los métodos
de pesca intensivos de las factorías flotantes, que atrapaban prácticamente
todo lo que hubiese en el mar.
En cuanto a los ansiados y prometidos
empleos, en efecto se habían abierto nuevas fuentes de trabajo,
pero sólo para aquellos trabajadores que habían nacido a
finales del siglo pasado y que si bien antes no encontraban empleo por
padecer algún tipo de deficiencia mental ahora trabajaban casi por
nada, de modo que pronto las maquiladoras norteamericanas tuvieron una
nueva edad de oro, mientras que las empresas nacionales de la región
paulatinamente cerraban sus puertas.
Pero eso no fue todo. Tiempo después
se inició la "Desexpropiación" de los ya escasos recursos
petroleros de la nación; medida ampliamente justificada por el senado
estadounidense, como una medida de desagravio ante la injusticia perpetradapor
el gobierno totalitario del tal Cárdenas en el siglo pasado.
Esto fue el colmo para algunos de los
antiguos nacionalistas, aquellas personas de pensamiento obtuso que se
negaban a aceptar la nueva era de unidad mundial. Se dieron algunos casos
de intentos de ataques terroristas por grupos formados en su mayoría
de renegados que aún pensaban –inocentes criaturas– en un México
soberano. Claro que todos estos intentos habían fallado... casi.
Con el hundimiento del insumergible
buque-hotel de doble casco, el famoso "Universe Princess" en las costas
de Acapulco, se demostró que los tan cacareados sistemas de seguridad
no eran infalibles, y que si se estaba dispuesto a sacrificar algunas vidas
se podían lograr objetivos aparentemente imposibles.
Un grito lejano hizo que Octavio despertara
de su ensoñación. Con terror vio que casi se había
detenido por completo, olvidando su urgencia por llegar al Metro. Reanudó
la carrera, diciéndose que de nada valía recordar o tratar
de racionalizar la situación, lo único que de verdad importaba
era llegar al Metro; sólo ahí estaría a salvo, resguardado
de los misiles que se dirigían a toda velocidad a la Ciudad de México.
Corriendo, casi exhausto por el esfuerzo
llegó finalmente al Metro. Sin dejar de correr bajó las escaleras
y con un movimiento automático sacó su tarjeta y la insertó
en la ranura.
Sin molestarse en recuperarla caminó
hasta el fondo del andén donde, pensaba, estaría mejor protegido
de
las sacudidas que de un momento a otro iniciarían.
-"Bendito sea, al fin a salvo" - se dijo,
mientras trataba de recuperar el aliento. Se preguntaba que pasaría
una vez que las explosiones terminaran, ¿Resistiría la estructura
del andén?, ¿estaría a bastante profundidad?, ¿sobreviviría
a las radiaciones?, ¿enviarían ayuda de algún lado
para los sobrevivientes?. No se permitió pensar más en esto,
y trató de relajarse un poco...
Pasaron un par de minutos y el
segundero seguía corriendo.Se preguntaba si había malentendido
lo informes del radio o si tal vez se había suspendid el ataque.
Rogaba por que esta última suposició fuera acertada. Recordaba
perfectamente como una ymil veces el gobierno norteamericano había
aseguradoque nunca lanzaría un ataque nuclear a la Ciudad de México.
De pronto, más o menos
a la mitad del andén, cerca de la entrada principal la gente empezó
a caer.
Primero fue una señora entrada en años y después
un pequeño –su nieto tal vez–, y enseguida los demás pasajeros,
uno tras otro.
Octavio no podía
comprender que es lo que estaba sucediendo. No podía entender por
qué las personas caían al suelo llevándose las manos
a la garganta en un rictus de agonía. No lo comprendió hasta
que él mismo se llevó las manos crispadas por el dolor en
un vano intento por evitar la muerte.
Estados Unidos había mantenido su promesa. Nunca llegó a estallar una sola ojiva nuclear sobre la Ciudad de México; con un simple ataque químico a pequeña escala había bastado para eliminar en cuestión de minutos a dos terceras partes de su población y –eso sí–, con un mínimo de destrucción física.
Después de todo, siempre
les ha atraído mucho el Centro Histórico de la Ciudad...
y hubiera sido una pena que desapareciera. ¿O no?