La Tierra ya no es una buena estacion de transito para nadie y menos para algo que es tan viejo como el universo mismo. No obstante  hay que estar atento a los turistas... la evolucion de los eones puede crear desagradables sorpresas.
LA DIVISION MONOD
por: Angel Campos Martín-Mora
        El avisador zumbó en el oído de Leiban cuando se disponía a descorchar una botella de vino. Lo inesperado de la situación hizo que su mano temblara bruscamente y derramara unas gotas del buen caldo sobre el inmaculado mantel. Las cinco lenguas de fuego del candelabro se bambolearon suavemente y Sara contrajo sus pupilas inconscientemente al tiempo que esbozó una mueca de fastidio.

        -¡ Oh no ! Espero que te llamen para felicitarte, aunque por otra parte sería la primera vez. De cualquier modo, no contestes Lei. No irás a fastidiar nuestra noche.

         -Sabes que tengo que contestar. Tranquila, no será nada, en un segundo estaré contigo.

         -¡ Lei, no se te ocurra levantarte de esta mesa! Si lo haces, aquí te quedas. ¡Es Nochevieja!

         -Te repito cariño que no será nada. No te pongas nerviosa y aguarda.

         Leiban contestó a la llamada y al unísono sonó un portazo que le hizo contraer sus cejas y exclamar ¡mierda!

         -¿Pero qué estás diciendo! -Se oyó la voz del comunicante.

         -¡ Oh, disculpa Ory! no iba contigo, bueno, en cierto modo sí, ¿por qué habéis tenido que acordaros de mí en este momento?

         -¡Lo siento, pero tienes que ponerte en marcha, puede ser importante lo que esté sucediendo en los Lagos, hemos detectado cinco pequeños corredores de tiempo en los alrededores de Versalles la Nueva. Tu unidad y la de Estévez son las más próximas. Creemos que se trata de otro omnibus, pero esta vez no parece ser un mero tanteo. Es la primera vez que han abierto cinco discontinuidades de grandes dimensiones. Podría tratarse de una inoculación masiva. Nuestros visitantes carecen de ADN. Lo que tenemos en el laboratorio es algo que aún no sabemos qué es.  Esos exploradores no actúan como nuestros cistrones. El informe completo y las órdenes al respecto las encontrarás en la bolsa del pango. ¡Estúdialas bien de camino! Contenedlos cuanto podáis, al menos hasta que llegue la División Monod.


         Cinco anillos, cinco ruedas flotantes, cinco nebulosas planetarias, cinco cráteres o cinco lo que fuesen se dejaron
ver hacia poniente, sobre las pinos inundados por esa luz gélida que transfigura el bosque. Eran cinco formas espectrales, cinco pasarelas que brillaban tenuemente como investidas por el fuego de San Telmo en la aparente quietud del crepúsculo, en la antesala de la noche más vieja del año. Era un atardecer que bien pudiera ser objeto de una lánguida acuarela invernal, y con la misma naturalidad transformarse en un abrupto óleo de un tormentoso ocaso; el agujero central era el más impresionante de los cinco; una galería insondable al centro de la galaxia, al origen generador de la discontinuidad que golpeaba el estomágo del mundo. El frío húmedo del bosque lo empujó instintivamente hacia el fondo de la bolsa marsupial.

           Leiban sintonizó su frecuencia con la de Estévez a bordo de otro pango a un centenar de metros a su derecha. Los cinco anillos, las cinco ruedas , aquellas cinco formas circulares apenas se desplazaban, pero tanto Estévez como Leiban detectaron sus movimientos con el auxiliar macro de los ojos del pango. El saco vivo los calentaba como varias pieles de oso, a la vez que les permitía la suficiente autonomía como para accionar los controles de todos los dispositivos de detección. Lo único molesto era el desagradable y persistente olor del animal, algo en lo que no habían pensado los biotecnólogos al diseñar este animal policía, un híbrido entre canguro y dingo pero con la talla de un elefante.

         -Estévez, despliega a tu gente -ordenó Leiban.

         -¿Y quién se encarga de sellar los pasillos?

         -No vamos a sellarlos. Vamos a desplegar la trampa biológica, ocultarnos y esperar.

         La voz de Leiban sonaba especialmente brusca. Se sentía algo asustado y sobre todo molesto por trotar en la barriga de un pango en la noche en que todo el mundo festejaría la entrada del 2432 d. Einstein. Era la primera vez que le interrumpían un permiso tras cuarenta años de servicio en la Oficina de Asuntos Bioexosféricos.

         -¿De qué se trata esta vez? -preguntó Estévez.

         -En realidad, no están seguros de lo que transportan, pero las órdenes son claras, ya sabes, hay que instalar una burbuja en torno a los anillos antes de que se activen. No quiero que nadie de tu gente me levante la caza. Me gustaría hacer el trabajo rápido y largarme, ¿entendido?

         -¡ Está bien, yo tengo tantas ganas de acabar como tú!, ¿qué te has creído? Es la primera vez que me movilizan en una nochevieja. Acabemos cuanto antes.


         Instalada la trampa, pasaron varias horas agazapados en el corazón del bosque contemplando aquellas cinco espirales, su lento y mudo girar sin que de sus entrañas surgieran los desconocidos pasajeros. Los potentes resoplidos de los pangos y las efímeras nubes de sus vahos eran los únicos indicios de vida.

         El omnibus había iniciado su viaje en la "Era de Planck", cuando la temperatura del universo alcanzó los 1033 k y la energía de cada partícula individual superaba los 1023  MeV; en el periodo anterior a los 10-43 segundos. Desde su origen, la carga que transportaba evolucionó al igual que el universo por el que discurría. Era un descomunal tren cuyos pasajeros viajaban cómodamente en vagones de paredes quadrimensionales. Los padres del ADN, los primeros pasajeros del omnibus, nunca lo abandonaron; sin playas en las que desembarcar hubieron de contentarse con mirar por la ventanilla, sólo sus hijos lo hicieron cuando surgieron esos coágulos de materia cocinados en los hornos estelares. Hace millones de años, el omnibus desenganchó uno de sus vagones en la Tierra. De nuevo, el mismo tren había acertado a pasar por esta estación y se disponía a abrir sus cinco puertas para otros pasajeros muy diferentes a los anteriores que disponían de nuevos planes para su estancia. Si pudiéramos expresar en palabras sus proyectos, bien pudiera decirse que no tendrían nada que ver con los perpetrados por sus primos terrestres, así como tampoco experimentarían ningún atisbo de solidaridad con las notables construcciones preservadoras de las que se habían dotado estos irreconocibles primos a lo largo de estos millones de años transcurridos desde el último masivo desembarco. El ADN sería para los nuevos visitantes una estrategia obsoleta que nunca se había mostrado capaz de asegurar la supervivencia indefinidamente. Sin embargo sus máquinas, aunque perecederas, reinaban sobre el planeta y, en especial una de ellas, la especie humana bien pudiera convertirse en un serio obstáculo a su expansión.

          La Luna asomaba su faz anaranjada por el Este recortada por las copas de pinsapos, su luz atenuaba los tonos violáceos de los espectrales anillos. En medio de aquel frío paralizante, una rama crepitó como ascua moribunda, otra se desligó del tronco como maroma podrida y una tercera se deshizo bajo las plantas del pango de Leiban. El animal interrumpía su letargo resoplando con toda la fuerza de sus pulmones, mientras Leiban seguía atento a los indicadores electrónicos.

         -¿Cuánto va a durar esto Leiban?- se oyó preguntar a Estévez.

         -Quiero silencio en todas las líneas.¿ Qué diablos te ocurre?, ¿has olvidado tu oficio?

         -Tranquilo, sólo quiero que sepas que los pangos de mi gente parecen algo inquietos, eso es todo.

         -¡Bueno y qué?, vigila tus sensores y olvídate de los mostrencos.

         -No hay nada en mis sensores, pero presiento que ya ha empezado el baile.

         A la izquierda de Leiban sonó el seco tac-tac de un pájaro carpintero y después nada, ni un lejano ulular, sólo ese frío intenso y húmedo que nublaba los ojos del pango, y con ello los monitores de Leiban que enfocaban los anillos y la trampa tendida a su alrededor. De vez en cuando aparecía en su rostro una mueca de fastidio cuando recordaba el portazo de Sara y la mesa solitaria en la que tanto se había esmerado, pero rápidamente su mente se limpiaba de toda interferencia para seguir escrutando aquellos pórticos turbulentos.

         No supo decir desde cuándo, pero algo había cambiado, tan lenta, tan imperceptiblemente que únicamente un modelo matemático podría calcular su inicio. Las espirales estaban perdiendo contraste, parecían ahora desvaídas fotografías de galaxias.

         -¡Ya ha sucedido, lo presentía!

         -¡Maldita sea Estévez!, aquí no hay nada, la campana plasmática está vacía. Ha sido una falsa alarma.

         -¡ Te digo que no! Algo ha entrado.

         -Calma, seguiremos a la espera de acontecimientos.

         Sin saber cómo, Leiban recordó la frase que un cyborg de mirada ausente pronunció en una vieja película: "he visto naves estallar más allá de la Puerta de Tanhausser". Siempre había admirado la grandeza épica de aquellos relatos de culto; ahora esa frase recurrente golpeaba su mente y lo enfrentaba contra su propia Puerta de Tanhausser, y tal vez -pensó entonces- bien pudiera Estévez dar en la diana. Algo ha cruzado el umbral y nuestros sensores no lo han detectado. Lo tengo delante de mis narices y no sé lo que es. ¿Qué ha cambiado? - se preguntó Leiban en voz alta.

         -El futuro - se oyó la voz de Estévez. ¿Quieres comprobar los valores de la biomasa?, verás cómo decaen. Al principio el proceso era casi imperceptible, pero ahora no tienes más que observar el bioescáner.

         -Recomienda a tu gente tranquilidad. Vamos a reforzar la trampa biológica con todo lo que tengamos y esperaremos a la División Monod, ellos sabrán cómo controlar esta situación.

         -Está bien, pero podríamos tomar precauciones, no sabemos si el extraño fenómeno podrá sobrepasar la trampa.

         -De acuerdo Estévez, máximo anillo de seguridad. En media hora tendremos aquí a los primeros efectivos de la División. ¡Un momento! Los anillos vuelven a adquirir intensidad, están aquilatándose y comienzan a girar de nuevo. Esto se está poniendo feo, me temo que van a vomitar por segunda vez. ¿Habéis reforzado la trampa en vuestros flancos?

         -Lo hemos puesto todo. Si algo escapa, ya no tendremos con qué pararlo. Es curioso, más que vomitar, parece que los anillos están absorviéndolo todo. Si miras tu bioescáner, dentro de unos minutos no encontraremos restos orgánicos en el interior de la campana. Se está abriendo paso la nada.

         No hubo tiempo para reaccionar. La campana y los primeros pangos de Estévez fueron succionados de una tacada y Leiban, algo más retranqueado, apenas si pudo marcar el número de Sara y decirle antes de oír su voz “te quiero”. La División Monod no llegó a tiempo, nadie llegó a tiempo; una nueva voz retumbó en el estómago del mundo.



Algunas palabras sobre el autor:

Angel Campos Martín - Mora, más que lector, es practicamente uno de los colaboradores más asiduos de REALIDAD CERO. Sus relatos son presentados con agrado en esta página y los editores esperamos muchos más. Los Juegos del Diadón, su primera colaboración se encuentra tambien en esta página y su novela Sueñonauta, pronto aparecera en la sección de novelas de este Site.
Angel Campos Martín-Mora  nació en Ciudad Real en 1955. Licenciadoen Filosofía  Letras por la Universidad Complutense de Madrid, ejerce actualmente como profesor de Francés en un Instituto de Enseñanza Secundaria. Es miembro de la Agrupación Astronómica de Ciudad Real, grupo especializado en ocultaciones de estrellas rasantes por la Luna, yentre sus publicaciones destacan diversas colaboraciones didácticas para la editoria Santillana, así como traducciones para Magisterio Español, ITD y Comunicacción. En el terreno puramente creativo, publicó,en edición del autor, el libro de narraciones Escenas del bosque y otros cuentos y el volumen de cuentos Relatos de las siete esferas  perteneciente a la colección Ojo de Pez y editado por el Área de Cultura de la Diputación Provincial de Ciudad Real.