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"Separata del tomo II del Diccionario de la Verdad"
Los primeros mensajes hacían alusión a la seguridad del viajero:
-No forzar la finalización del sueño aunque el
viajero crea haber hallado lo que busca.
-No repetir preguntas ya formuladas a otros entes.
-Evitar encuentros en lugares cerrados.
-Mantener activada máscara de identidad.
-Los seres de la vigilia buscados y sus representaciones oníricas
sólo compartirán una característica común.
¡ Feliz Sueño, Viajero!
El transporte penetró en una intrincada red de túneles
que horadaban un desolado macizo montañoso.
Las paredes de los cada vez más angostos pasadizos mostraban
afilados salientes, Printer sabía que debía emerger al exterior
de aquellas catacumbas para encarar con éxito su propósito,
pero por el momento no era capaz de abandonar el transporte que lo conducía
a ninguna parte. Una luz mortecina iluminaba el interior en una quietud
impropia a juzgar por la velocidad que desarrollaba el vehículo;
miró en todas direcciones hasta fijarse en un anuncio publicitario
donde una mujer aparecía reclinada sobre un luminoso que decía:
.
Printer se acercó a la imagen de la mujer hasta tocar sus senos;
al principio notó su suavidad y experimentó placer, sus dedos
recorrieron con avidez la superficie hasta pellizcar los pezones de la
modelo. La mujer emergió entonces azarosamente del papel impreso
como lo haría un feto desde la profunda cavidad del útero
a la vida. Sorprendido, el sueñonauta trató en vano de desprenderse
de unos pechos a los que inexplicablemente permanecía adherido;
pronto se dio cuenta de cómo sus esfuerzos por liberarse contribuían
a independizar la modelo del papel impreso y conferirle una existencia
propia; aquel ente se nutría de sus deseos , y cuanto más
vehementes se hacían, más hermoso y tangible su cuerpo se
mostraba. Pegada a los dedos de Printer, la muchacha se agitaba en la atmósfera
tenue del transporte como una marioneta inerte vapuleada por su amante
arrepentido hasta que sus labios pudieron balbucir: "Bela...no está
en ca...mino". Dicho esto, la muchacha se transformó en un "polstergeit"
que se introdujo en el anuncio del que había emergido arrastrando
a Printer consigo. Su cuerpo se transformó bruscamente en una partícula
de luz que atravesó sin rozar el papel impreso y comenzó
un nuevo camino en un universo esencial donde la materia se organizaba
en arquitecturas desconocidas para Printer. Así deambuló
por mundos infinitesimales hasta sentir un fuerte impacto que desvió
su trayectoria; una fuerte desaceleración produjo un proceso de
acreción por el que Printer fue adquiriendo paulatinamente materia
hasta recuperar su aspecto habitual. Sintió cómo un sueño
se rompía para dejar paso a otro muy diferente. No sin temor, abrió
los ojos y contempló un vasto horizonte; se encontró en las
arenas ardientes de un desconocido planeta iluminado por dos soles. Penosamente,
escaló hasta la cresta de una imponente duna y desde allí
escrutó el desolado paraje. Sólo entonces recordó
el anuncio de la llegada de Belano y pensó en un presumible encuentro
con el verdadero o falso agente. Durante unos instantes analizó
los detalles de lo ocurrido: su encuentro con un primer ente posiblemente
engañoso que le anuncia la llegada de Belano en un recinto cerrado
y le arrastra posteriormente a un escenario abierto, donde no pudiera sospechar
la falsedad de las respuestas que le formularía de acuerdo con el
Diccionario de la Verdad. Sin embargo, su mente reparó en el impacto
que desvió su trayectoria y le condujo al desierto, accidente posiblemente
explicable gracias a la intervención del verdadero Belano. De hecho,
aquel diáfano escenario le confería a Printer cierta ventaja
en el escabroso juego de la verdad.
Sobre el horizonte un punto comenzó a definirse.
Instantes después se había transformado en una esfera
que emitía reflejos intermitentes inducidos por la pareja de soles
que abrasaban el lugar. Un segundo punto se dibujó a escasos grados
del primero y comenzó a crecer al seguir una trayectoria de encuentro.
Esta vez se trataba de un cargovelero, un modelo retirado hace tiempo de
las rutas comerciales, todo un símbolo de los primeros viajes, cuando
ningún ingenio tripulado era capaz de ir más allá
de la órbita de Plutón. Ambos vehículos se posicionaron
en los flancos de Printer a escasos metros. Dos mujeres tomaron tierra
casi a la par y permanecieron inmóviles al tiempo que sus mentes
iniciaron una incruenta batalla en el cerebro de Printer que pudo así
ver sin mirar, escuchar sin oír hasta que por fin pudo imponer sus
reglas.
-¿Quién os envía? -preguntó con autoridad.
-El GP-5 -respondió la ocupante de la esfera.
-Eila -repuso la tripulante del cargovelero.
-¿Dónde se encuentra Eila? -silencio fue lo único
que obtuvo como respuesta. Tras una pausa ambas superpusieron sus voces:
-Ella es el falso Belano -dijeron al unísono.
-Belano nunca viajaría en una esfera -dijo la tripulante
del cargovelero- es un transporte tauriano ¡acaso no has visto centenares
de ellos en Serun?
-¿Quién es Eila? - inquirió de nuevo Printer.
-La secretaria de nuestra embajada y agente del GP-5 de Inteligencia
-repuso la tripulante de la esfera.
-Una sueñonauta de primera clase como tú -respondió
la segunda.
Empapado en sudor, Printer parpadeó nerviosamente antes
de abrir los ojos. Una tenue luz inundaba la habitación. Se tomó
un tiempo antes de incorporarse; el sueño de la verdad era siempre
un ejercicio tenso aun ejecutado con la maestría
de la que Printer en ésta y otras ocasiones había hecho
gala. Ahora sabía con quién tenía que tratar: su hombre
era sin duda el agente tatuado con un espaciovelero, representado en el
sueño por la mujer que conocía la identidad de Eila y su
auténtico cometido. La revisión de los detalles del sueño
le mantuvo toda la mañana ocupado, era preciso que su veredicto
no abrigase ninguna duda. En más de una ocasión, había
sido necesario invocar de nuevo el sueño de la verdad, pero en este
caso Printer consideró que no lo era; todo encajaba, la modelo del
anuncio era sin duda una proyección del falso Belano y la fuerza
que desvió su trayectoria fue generada por el verdadero, una intervención
tan sutil como su discreta intromisión en la Gran Ventana; tan sutil
que ni siquiera el primer telépata pudo percatarse de ella. Lo inquietante
fue comprobar su bisoñez al haber menospreciado a los servicios
de inteligencia taurianos; de alguna manera el Soñador le previno
en Signo de la astucia del Augusto, se arrepintió de no haberle
prestado entonces demasiada atención.
El biplaza rugió en el cielo de la disparatada metrópolis
intentando alejarse de aquel absurdo asfalto. Printer, entre pensativo
y sorprendido por las últimas palabras de Eila, contemplaba distraídamente
la línea de playa recortada por el océano serático
que, de nuevo, volvía a la calma con el atardecer. Por primera vez,
aquel mundo con todo lo que contenía se le manifestaba como el sueño
mejor elaborado de cuantos estudió en Princeton. Nunca había
analizado Tau desde esta perspectiva, y ahora que lo hacía todo
se mostraba más coherente que antes, como si hubiera sido diseñado
con retales de nuestro inconsciente colectivo, con el intrincado tejido
de nuestros sueños. Era como si alguien hubiera jugado con todos
los registros de la más completa sueñoteca y hubiera elaborado
el más brillante sueño maestro; alguien que albergara en
sí el poder de todos los sueñonautas y psíquicos del
mundo. Printer detuvo sus alocados pensamientos que se derramaban en cascadas
por los vericuetos de su mente para dirigir la mirada a su compañera.
Su delirio era debido, pensó, a las insinuaciones de Eila sobre
la naturaleza tauriana. Llevaba en Serun el suficiente tiempo para esperar
cualquier cosa de ellos y no era preciso animarlo para hacer conjeturas
tan aventuradas.
-¿Adónde vamos? -preguntó sin mirar a Eila.
-A la Zona, un suburbio de la ciudad.
-¿Y por qué allí?
-Es el gueto menos visitado por su policía. No temas,
Belano es un buen escolta, reprogramará a cualquiera que intente
causarnos daño. Ese ha sido mi escondite. Intentaron hace poco un
registro, pero los agentes estaban tan asustados y deseosos de terminar
que sólo buscaron por encima.
Printer comenzó a admirar el coraje y la decisión
que destilaba aquel pequeño y atractivo cuerpo al servicio de una
mente que intuía poderosa; por momentos, y sin proponérselo,
se sentía aliviado bajo su protección de todo este embrollo
en que Belair le había metido.