Parte 15  

 -Sabía que ese muchacho no nos defraudaría. Printer transmitió por fin.
 -¿Y bien? -preguntó Belair.
 -¡Sorprendente, realmente sorprendente! Hasta ahora sospechábamos que sus producciones eran sofisticadas apariencias, pero lo inaudito es que también lo son sus supuestos autores. Los taurianos no existen, ni bajo su apariencia androide, ni plasmática. Todo ha sido un magistral truco.
 -Pero entonces ¿ cómo explicar todo este embrollo?
 -Los verdaderos autores de esta gigantesca pantomima son seres de carbono puro cristalizado.
 -¿Diamantes?, ¿Te has vuelto loco?
 -Eso es, criaturas constituidas por un isótopo de carbono desconocido hasta ahora, una nueva forma de vida portentosa que ha vivido en el interior de Tau desde la formación del Planeta. Por fin los hemos descubierto, su magia ha saltado por los aires. Será un paseo para nuestros sueñonautas. Será divertido verlos actuar contra dragones virtuales, salir indemnes de los campos de minas positrónicos y de cuantos espectros quieran lanzar contra ellos, ya no podrán nada unas ingenuas ilusiones contra nosotros. Lo único que tenemos que hacer es bajar al subsuelo y sacarlos de su madriguera.
 -Pero puede ser una nueva trampa, Printer ha podido ser manipulado.
-¡Imposible! ¿cómo te atreves a poner en duda el Sueño de la Verdad? No ha quedado ninguna zona obscura en su subconsciente. Entre nosotros, el chequeo ha sido completo, he ido más allá de lo que la legislación permite en estos casos, ya que al transgredirla, hemos asegurado miles de vidas. Ahora sabemos que nuestros hombres no correrán ningún peligro, comunícalo al mando, Odeón tiene por fin luz verde.


Epílogo 

   Las regiones de aquel cuadrante estelar se llenaron de ondas oníricas que surcaron las enormes distancias produciendo un estruendo que sólo podría ser captado por otros viajeros de igual condición. Los sueños escoltas flanqueaban a los masivos que aglutinaban divisiones enteras de sueñonautas. Los sueños pastores deambulaban incesantemente corrigiendo trayectorias defectuosas. Todos tenían un horizonte: Tau. Cuando el último de los sueños viajeros ocupó su lugar sobre la superficie del planeta, los cuerpos junto con la impedimenta de todo aquel imponente ejército de sueñonautas fueron finalmente lanzados. Todos ellos se reunieron con sus sueños por encima de las contingencias espacio-temporales sobre la superficie de Tau, ocuparon posiciones y la ofensiva comenzó. Como se esperaba, fue un paseo militar. Cuando se comprobó que sobre la superficie  tauriana no se produjo resistencia, salvo ciertos incidentes aislados en la Zona, varias divisiones de zapadores iniciaron las prospecciones del subsuelo a partir de la Gran Ventana, siguiendo las indicaciones de Printer. Los sofisticados equipos de los ingenieros succionaron todo cuanto encontraron a su paso hasta llegar a la sala de proyectos. Las sondas mineras trabajaron sin descanso varios días para transportar intactos cada uno de los cristales que los verdaderos taurianos habían abandonado ex profeso, como la última cortina de humo y recuerdo de su paso por Tau para unos humanos que aún no estaban preparados para encontrar inteligencias homologables, y menos aún superiores a la suya en el universo. Así pues, en su precipitada huida, aquel pueblo de magos no había dejado en Tau otra cosa que la cáscara de su esencia, los pensamientos y proyectos desactivados del primer subnivel, en fin, baratija menuda y abundante que entretendría a varias generaciones de científicos antes que éstos descubriesen que la presa se les había escapado delante de sus narices dejándoles el lastre, la chatarra intelectual de unas portentosas criaturas. Cuando Eila y Printer se reunieron con Belair y el Soñador, aquellos se miraron intensamente y, en perfecta connivencia, decidieron al instante callar su verdad mientras recibían todo tipo de muestras de consideración de sus miopes jefes.  Las aguas del océano serático se calmaron tras el ocaso de Tau y su pulida superficie reflejó, como en cada anochecer, los abigarrados cúmulos y ricos campos estelares de aquel mundo abandonado por esos geniales tramoyistas, que de nuevo emprendían la búsqueda de un nuevo hogar.

[ FIN ]
 
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