El mal suele refugiarse en los espacios màs reconditos, en las esquinas más dimintuas de nuestra alma. Tiene una capacidad tremenda para filtrarse incluso por los orificios más pequeños. Por eso no podemos verlo. Pero esta ahí...y espera. Eso Gerardo Sifuentes lo sabe muy bien...

Zipper
por: Gerardo Sifuentes


 


Nunca sabremos de la cantidad de mal que somos capaces de guardar en un espacio tan diminuto como el corazón. Pero en su condición nadie puede llamarlo mal, nadie en absoluto. Por que su mente sabe que eso que guarda apenas es lo necesario para sobrevivir. Ella sabe que su hermano regresará para sacarla de ahí. Por que la ama, demasiado como para dejar que la mantengan cautiva en aquel calabozo aséptico. Recuerda su piel, tan blanca y tersa como la suya, y ese olor afrodisiaco que segrega cuando sale a cazar. Sonríe cuando ese olor se cuela por entre los barrotes de su celda, por que sabe que el ronda por el lugar, examinándolo centímetro a centímetro, palpando los gruesos muros, encontrando ese punto débil que le permita llegar hasta ella.
 Zipper es su unica compañía aprobada, y está bien, por que le cuenta todavía esas historias tan fascinantes, y que a ultimas fechas le levantan el ánimo. Otros conocidos son los gusanos, que le dicen que tan lejos esta su hermano, ellos lo hacen con gusto. Con los ojos de las moscas puede verlo también, borrosamente, multiplicando esa silueta tan deseada un millar de veces. Es bueno tener tan buenos compañeros de celda.
 La princesa esta cautiva en su propio castillo, y aún tiene fieles servidores que la visitan diariamente y le dan la mejor muestra de su amor, por que saben que ella los liberara algun día, tal y como lo prometió aquella tarde lluviosa en que el enemigo se apoderó del reino, como esta escrito en los muros ocultos del patio trasero, el ladrillo rascado con sus propias uñas para darles una esperanza. Por eso ellos aman a su princesa de sangre, y Zipper su paje incondicional, una extraña pareja que solía deambular por las calles bajo la luz de la luna.
 Un par de celadores armados entran para asegurarse que no se ha zafado de sus ataduras, y lo hacen con precaución, recordando que el demonio suele apoderarse de ella, entrar en su alma y moverla para intentar arrancarles un ojo con la boca y tragarlo con gusto, saboreando el dolor de la víctima, dibujando esa sonrisa que cualquiera difícilmente olvida.
 Los diminutos pies descalzos estan helados, y la mueven de un lado a otro de su encierro, dando pequeños saltos, ejercitándose lo mejor que puede para cuando llegue el momento. Si no fuera por los consejos de Zipper se hubiera dado por vencida desde hace tiempo. Aún así cuando se desespera llora en silencio, y Zipper la consuela, susurrándole palabras hermosas y cargadas de amor. En su llanto emite débiles aullidos que convocan a una decena de ratas negras ofreciendo consuelo. Ella las junta a su alrededor y se duerme entre ellas, leyéndoles el pensamiento, viendo lo que ellas han visto en el mundo exterior. Es en esas noches cuando sus ojos, normalmente avellanados, emiten ese leve resplandor azulado que tanto fascina a sus cortesanos. El problema es que solo ellos y Zipper lo pueden ver.
 Para sus captores vestidos de blanco todo se reduce a una cuestión mas compleja, con un origen que solo las profundidades de la mente pueden explicar.
 Por que desde niña tenía ese problema. Por que la sangre de su prima había sido exquisita, y se había visto en la necesidad de arrojar el cadáver a un pozo. Pero nunca se puede sospechar de una princesa por supuesto, y nadie había dicho nada. Su hermano le enseñó a cazar, le regaló a Zipper y aquella diminuta navaja con mango rojo que había abierto muchas venas. El sabor, el poder, ese fluido magico que entraba en su cuerpo y la ponía a pensar en otros mundos, en otras fuerzas. Sal líquida, tierra y agua que se juntaban con el fuego de su pequeño corazón, la vida se componía de eso.
 El problema vino a los once años, cuando su hermano probó esa nueva sangre que fluía de ella. Le gustaba degustarse así misma, ese fruto de sus entrañas. Zipper desaprobó el acto, pero no le quedaba mas remedio. Ahí quedaron prendidos uno del otro, ella y su hermano, Zipper y su doncella, y el ritual de cada mes se prolongó hasta cinco años después, cuando fueron descubiertos por sus padres. La dolorosa separación la transformó en otra persona. Por que desde ese momento prefirió hacer sufrir antes de alimentarse, comenzando una sofisticada obsesión por los ojos, mismos que descubrió tenían un sabor diferente, quizás resultado de tantas imágenes capturadas a lo largo de la vida; así los ojos de los niños tenían un sabor dulce, una perspectiva de la vida cubierta de inocencia. Las vírgenes malicia contenida, los hombres ansias de dominio.
 Sus apetitos dejaron de ser un secreto para muchos, y a pesar de eso hubo quienes ofrecían un ojo con tal de tener feliz a la princesa, si no, con cortarse la muñeca y dejar que ella sorbiera con sus labios bastaba. La sangre poseía secretos que solo ella sabía, y quienes entraran en comunión con ella tenían derecho a saberlos. Ella se untaba un poco de lo que quedaba por el rostro, haciendo las veces de un arlequín demoniaco, sonriendo, siempre sonriendo mientras su viaje interior comenzaba. Y se concentraba mucho despues del acto, pensando en mil soluciones, viajando por distintos mundos, por que al que pertenecía lo trataba desde otra perspectiva, por que este se preocupaba mas por otras cosas, como la política o el clima, para ella eran temas intrascendentales.
 Pero el reino cayó. Y el angel negro, protector del secreto de la sangre, fue encerrado, cortando sus alas de terciopelo obscuro. Juego irónico, por que siendo que vivía en la ciudad de los ángeles esta se volviera contra uno de ellos.
 Incesto y asesinato son palabras que escucha repetidamente en aquellos pasillos con linóleo pulcro y paredes acolchonadas. Estúpidos todos ellos, que no saben la verdadera condición de la sangre, ni el secreto del amor. Los baños con sus blancos azulejos teñidos de huellas sangrientas son obras de arte incomprendidas por sus captores, ¿acaso no saben de la primera pintura que uso el hombre? ¿vivimos nueves meses envueltos en papel?. Por que parte del secreto de la sangre reside en su versatilidad, como alimento, como arte, como redención. Pero solo ella, su hermano, Zipper y los seguidores que ella tiene lo saben.
 Desde entonces la acompaña ese deshilachado oso de felpa. Zipper está un poco percudido, con rastros secos de las incursiones de su dueña. Sus ojos de botón han visto su progreso, y es de los pocos que no le temen, ha aprendido a vivir con su obscuridad, con sus lamentos, con los ritos de sangre que solían hacer durantes largas noches.
 Ahora la vista de la princesa se clava en el plato que tiene frente a ella, llena de saltamontes negros que se remueven en un caldo salado. Gracias a eso puede andar sin sus ataduras, débil y con la vista perdida, el caldo tiene suficiente poder como para mantenerla quieta, con las ansias de correr clausuradas por un extraño sortilegio. Zipper le aconseja dejar de comer y salir a dar un paseo con sus cortesanos, una muestra de humildad de alguien tan poderoso que ha caído.
 Sale al gigantesco patio trasero, con una espesa capa de nubes grises que le recuerdan el día en que fue encerrada. Está rodeada de varios cortesanos en desgracia, quienes disimuladamente le ofrecen sus brazos sangrantes como muestra de su amor. En su vestido de algodón blanco se asoman un trío de gotas carmesí que se ven hermosas. Zipper colecciona unas gotas más cuando ella se limpia el rostro con su panza acolchonada.
 Ella cree en los milagros. No importa quien los fabrique, en realidad tal vez tienen de manufacturero al azar. Lo cierto es que comienza a llover ceniza, procedente de algún lugar cercano al infierno, del suyo con toda seguridad. Y ahora todos bailan a su alrededor, adjudicándole a ella el milagro. Una nube descarga un poco de agua, y ella sonríe mientras observa al pasto petrificarse.
 Los guardias evacúan a los que pasean por el patio. A lo lejos, según dicen, una montaña escupe fuego y todos peligran. Ella sabe que es un ardid de su hermano. Se va entre la multitud que se ha juntado para cubrir su escape. Entre los alaridos y malos olores escucha la voz de su hermano que la llama, sigue esa pista. Tras varios empujones Zipper pierde un ojo-botón. No se queja, quiere verla fuera de ahí.
 Ese olor oxidado tan familiar inunda de repente los pasillos. Sabe que los guardias tienen problemas. Hace un esfuerzo por no unirse al festín. Muchos de sus cortesanos se bautizan, con los rostros teñidos en rojo que hacen juego con las amarillentas dentaduras.
 Mastica la nariz de una celadora que le prohibe la salida. Abre un par de rejas y la puerta final.
 Respira el aire nuevo. Medita un poco antes de salir.
 No piensa volver al castillo, nunca. Su hermano la estará esperando en un lugar cercano, muere de ganas por verlo, por tocarlo.
 Mientras se aleja por la carretera, dejando huellas entre la ceniza, piensa en sus cortesanos. Volverá por ellos pronto.
 Y sonríe como hacía tiempo no lo hacía. Por que tiene mucho por descubrir, y mas sangre que probar. Su oso tuerto la cuidará también, daría el otro ojo-botón con tal de verla feliz, a su princesa de sangre, a su niña enloquecida.
 No muy lejos encuentran una casa. La niña que les abre la puerta los examina de pies a cabeza, observa al oso de peluche herido.
 "Tienes bonitos ojos", dice la princesa dando un empujoncito a la niña para poder entrar.
 En realidad uno nunca sabe la cantidad de mal que podemos guardar en el corazón con tal de obtener la felicidad...


Unas palabras sobre el autor:
Gerardo Sifuentes ya es conocido por nuestros lectores de Realidad Cero. Es el autor de RadioTechnika Cantina y de La Balada de los Asesinos Azules. A ganado tambien varios premios por sus relatos gracias a su admirable capacidad de manejar la prosa, ambientar las situaciones y estructurar historias. Zipper no es la excepción. Su primer libro PERRO DE LUZ , ha sido editado por Times Editores y es una satisfacción segura para el dinero que pueda usted gastarse en él.
 



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