-No sé cómo he llegado hasta aquí, tampoco consigo
recordar ningún momento anterior a esta reclusión. Las paredes,
de algún extraño metal, no presentan vanos ni juntas visibles.
¿Quién o qué poder me ha substraído de mi mundo
y recluido en este cubo perfecto?, ¿ tal vez un sueño?, ¿mi
sueño o el sueño de alguien que me sueña? Si me pellizco
me duele, pero no es suficiente evidencia para demostrar mi existencia
real; cuántas veces he creído estar despierto cuando en realidad
estaba dormido. De cualquier forma he de salir de este recinto, ya sea
volviendo a la vigilia o buscando cualquier resorte oculto tras esta superficie
compacta. Gritaré, me angustiaré para romper mi sueño
o el de quien me sueña; sea quien sea lo despertaré y haré
que se acuerde para siempre de esta pesadilla, juro que..., pero, no, no
puede ser, si despierto a quien me sueña, qué quedará
de mí si sólo soy eso, un ente soñado tan ilusorio
como el perfecto cubo que me acoge. No me arriesgaré a convertirme
en un mero recuerdo onírico. Me pellizco y me duele. Si me corto,
seguro que sangro. Si yo soy real, cosa que no debiera dudar, puede que
el cubo no lo sea; puede que sea una alucinación, mi alucinación
o...puede, ¿por qué no?, que alguien me esté sometiendo
a un macabro experimento, seguro que se trata de eso, lo denunciaré,
nunca di permiso a nadie para que lo hiciera, pero... ¿cómo
puedo saberlo si no recuerdo nada?
Tengo una vaga noción de una existencia exterior, pero me
es imposible concretar sus términos. Tocaré la pared y se
desvanecerá, entonces despertaré…
Tocó una y otra vez las paredes grisáceas del recinto.
Sus uñas buscaban un resquicio, una hendidura, la más
pequeña muesca que aliviara su creciente ansiedad; aplastó
su mejilla contra el pulido metal esperando, tal vez, una pequeña
corriente de aire que aliviara su espíritu, pero todo fue inútil.
-¡Lo estamos perdiendo! -dió la alarma el navegante-.
La señal no llega clara, está atrapado en una rejilla onírica.
-¡Estimulen conductos neuronales, lancen cargas hiperestésicas!
-ordenó Belair-. ¡Animo Printer! Tienes que llegar a la estación
de tránsito, no podemos perder a nuestro mejor sueñonauta.
¿Por qué aún no ha utilizado su equipo de supervivencia?
No lo entiendo.
-Puede que su “yo” se haya fragmentado al caer en una rejilla
especular y no recuerde quién es ni para qué ha sido
enviado.
-¡No Aszel! Printer haría saltar mil rejillas especulares
con el más ligero impulso automático. Lo que detiene su viaje
debe ser más poderoso que todo eso; algo que no hemos previsto…
o ,tal vez, un sabotaje.
-¿Un sabotaje? -preguntó incrédulo Aszel, el navegante.
-¿Y por qué no? Para los grandes "lobbies" aeroespaciales,
esta tecnología representa ya una amenaza para sus intereses.
-No lo creo -repuso Aszel con firmeza-. Son incapaces de generar
un campo de fuerza tan poderoso como el que tiene retenido a Printer. Debe
tratarse de una manifestación de la casa de los espejos.
El sueñonauta yacía en el suelo, parpadeaba incesantemente
mientras sus mirada se estrellaba una y otra vez contra el grisáceo
techo del cubo; su cuerpo apenas respondía a sus órdenes
y su mente se disipaba paulatinamente en un extraño limbo; en vano
trataba de hallar un sendero que restableciera su identidad, la vereda
de un recuerdo que determinara una existencia anterior; su mismo cuerpo
le era extraño. El era el único objeto anómalo en
aquel recinto de proporciones perfectas; un cuerpo extraño en un
mundo coherente en sus leyes internas, pero inexplicable en sus causas
últimas. Su mente divagó entre pensamientos deshilvanados
hasta aferrarse a una vieja ley. Sorprendentemente se encontró reflexionando
sobre el segundo principio de la termodinámica: "en un recinto energéticamente
aislado, todas las diferencias de temperatura tenderán a anularse
espontáneamente". Súbitamente comprendió cómo
extrapolando los términos, este viejo principio de la termodinámica
adquiría un significado insospechado. Printer llegó a la
siguiente conclusión: "En un universo onírico aislado, todo
ente exógeno que provoque una diferencia de potencial se disolverá
espontáneamente en el sistema".
-Si permanezco por más tiempo inactivo -pensó-
me disolveré en este sueño sin importar a quién pertenezca;
por tanto me tenderé sobre el suelo de la manera más cómoda
posible y soñaré, tal vez entonces esta prisión muestre
sus debilidades.
-Detecto una fuerte emisión de ondas alfa -se apresuró
a comunicar Aszel- las cargas hiperestésicas han debido de hacer
su efecto.
-Lanza una nueva oleada -ordenó Belair-. Necesitará
toda su energía para retomar el rumbo a la estación de tránsito.
- PRINTER. Yo me llamo Printer, sueñonauta HR528, destinado
al proyecto "Odeón", ¿pero qué narices es el proyecto
Odeón?, treinta y cinco años, tez morena, un metro ochenta,
¡sí, eso es!, ¿qué más?: me gradué
en Princeton, promoción del 24, ¡eso es!; "naturaleza corpuscular
de las ondas alfa", ¿qué me dice esto?...¡claro, mi
tesis doctoral!. No soy un ente soñado por otro, soy mi sueño,
y si despierto seguiré siendo el mismo.
- Ha hecho saltar la rejilla y recobrado su identidad -comunicó
Aszel.
-¡Por fin! -exclamó Belair. Ya es hora de enviarle
nuestros saludos y las coordenadas para el salto a la estación de
tránsito. Es posible que no las recuerde.
-Si ha podido salir ileso de la casa de los espejos, nada podrá
deternerlo, y menos un olvido de principiante.
-No hay que correr ningún riesgo, el asunto Odeón
está en sus manos. No sabemos cuánto tiempo podrá
aguantar Eila. Nuestra embajada en Serun perdió su rastro y Belano,
el único que puede localizarla, recibió la orden de no trasmitir
antes del lanzamiento de Printer. Pon a dormir a nuestro mejor sueñonauta.
Tiene que pasarle las coordenadas.
Abrió los ojos y juró nunca más cerrarlos. Incontables
luminarias formaban un imponente torbellino entre el tejido oscuro
del vacío. Millones de estrellas parecían desplazarse hacia
el ojo del huracán. Su sueño a la deriva se incorporó
afortunadamente al sueño pastor que Belair le envió, gracias
al cual, Printer pudo reparar los directorios dañados al quedar
atrapado en la casa de los espejos.
-¡Bienvenido a la estación de tránsito, sueñonauta
HR528! -exclamó cortésmente una mujer de avanzada edad-.
Espero que haya tenido una travesía sin grandes contratiempos; ¿es
ésta su primera misión? -preguntó con un aire ausente
y protocolar.
Desconcertado, Printer miró todo lo que le rodeaba; se
miró a sí mismo y se pellizcó como nunca antes lo
había hecho. Sintió como había dejado de ser su sueño
para convertirse de nuevo en un ente real.
-Dígame -dirigiéndose a aquella particular azafata-
¿es Ud. tan real como ahora me veo yo, o tal vez tanto Ud. como
yo seguimos siendo personajes soñados por mí, por Ud. o algún
otro?
-¡Tanquilícese! Ud., yo y todo cuanto nos rodea
es real, se lo aseguro. Ha realizado un viaje de cinco años-luz.
Nos encontramos en la estación de tránsito, en órbita
a Signo, el tercer planeta del Sistema Tiglat. Sin embargo,
he de confesarle que en algunas fases del viaje temimos perderlo, dejó
de emitir inexplicablemente; perdimos su sueño, pero afortunadamente
las cargas hiperestésicas que ordenó Belair lograron restablecer
la señal. Por lo demás todo, incluso la operación
de transmutación molecular, salió según lo previsto.
Ud. se encuentra por tanto entre nosotros en "cuerpo y alma" si me permite
la expresión. Acompáñeme por favor.
-¿Adónde? -quiso saber Printer.
-No sea impaciente, pronto lo sabrá.
El sueño de Printer había viajado a través
de un universo solapado al de la materia. Su sueño abrió
camino a su cuerpo para completar la primera etapa de su viaje. Ahora se
encontraba en Hipnosis, la nave convencional, escala de tantos sueñonautas,
paso obligado en la mayoría de los viajes de largo recorrido.
-¡Uf... ya ha pasado lo peor! -suspiró Aszel.
-Aún no amigo mío -observó Belair-. Tiene
que comunicar al Soñador el verdadero sentido de su misión.
De otro modo Odeón podría fracasar. Lo inoculé en
una rejilla de máxima seguridad. Ni siquiera él mismo tiene
acceso al mensaje sin la intervención del Soñador.
Mientras seguía de cerca a su anfitriona, Printer rememoraba
y contrastaba con el original las historias deslumbrantes que escuchó
de Hipnosis; tantas historias que ahora se sentía en parte decepcionado.
Aquello era un intrincado estómago de metales retorcidos, de angostos
pasillos y salas de dudosa funcionalidad sin la más mínima
concesión estética. Tenía todo el aspecto de una estación
de segundo rango y nada hacía suponer que fuera la nave estrella
del Departamento de Sueñonaútica. Se sintió tan decepcionado
como un habitante del siglo XX cuando examinaba de cerca los trajes que
usaron los primeros hombres que pisaron la Luna, y comprobaba cómo
sus cierres apenas se distinguían de las cremalleras que cualquiera
podía comprar en las populares mercerías. La prensa de divulgación
científica mitificó la tecnología de la época
de la misma forma que sus compañeros lo hicieron a su regreso de
la estación. Sólo entonces comprendió lo poco que
había dado de sí en apenas dos siglos la tecnología
convencional del siglo XX. Sin embargo, sí se sintió orgulloso
de pertenecer a la tercera generación de sueñonautas, de
haber seguido los pasos del mítico Baader, el padre del invento,
atrapado por una rejilla especular y dado por desaparecido en uno de sus
arriesgados viajes, cuando aún no se disponía de la cobertura
necesaria para tales vuelos. Era este orgullo y las expectativas que generaba
su contacto con el Soñador lo que animaban sus pasos por los vericuetos
de aquella chatarra espacial. Ensimismado en estas cavilaciones, el sueñonauta
se vio sorprendido cuando, antes de lo esperado, se enfrentó a la
mirada más inquietante de cuantas escrutó.
Los ojos del Soñador se agazapaban tras unos párpados
apelmazados; dos telones que parecían ocultar todos los paraísos
e infiernos imaginables. Las arrugas de sus ojeras ocultaban buena parte
de sus pómulos, los cuales simulaban un paisaje torturado y recortado
por una intrincada red capilar.
-Bienvenido a Hipnosis -masculló el Soñador mientras
su guía desaparecía sin mediar palabra por donde había
venido.- Reclínese en el diván. Tiene mucho trabajo por delante
antes de volver a saltar.
-¿Saltar adónde? -se atrevió a preguntar.
-No sea impaciente; permítame actuar, será sencillo
acceder al mensaje de Belair y, una vez recibido, completaré la
información fundiendo mi rejilla de seguridad con la suya. En la
vigilia continuaremos la conversación, pero será sobre la
superficie de Signo, el planeta alrededor del cual orbitamos. Reclínese
sobre este lecho, espero que se encuentre cómodo. Tan sólo
una advertencia: no active blindajes, me será más fácil
llegar, y no tema -continuó diciendo- hemos cancelado todos los
sueños transeúntes y el consulado tauriano en Signo no está
al corriente de su llegada. Más adelante lo presentaremos como el
nuevo embajador en Serun.
-¿Yo embajador!, pero si sólo soy un científico.
-Nunca dejaré de alabar la discreción de Belair.
¿Le mencionó algo acerca de la misión? No, supongo
que no, bueno, de eso hablaremos más adelante.
-¡Un momento! me gustaría saber en qué lío
estoy metido. Este iba a ser un vuelo de rutina que no tenía más
aliciente que el de conocerlo. Se han dicho tantas cosas de Ud....
-La rutina no existe en nuestro oficio,y Usted, sin proponérselo,
se ha convertido en alguien imprescindible para nuestro departamento. Le
ruego que no se escandalice, en cierto modo, su misión tiene un
carácter científico, poco a poco lo irá comprobando.
Ahora vayamos al grano, tenemos un gran trabajo por delante. Felices sueños.
Printer necesitó un tiempo para desactivar blindajes innecesarios
y conciliar el sueño. De alguna manera, el comentario del Soñador
le hizo sospechar por primera vez la existencia de estrechos vínculos
del departamento con el GP-5 de Inteligencia.
Sus reflexiones se fueron haciendo cada vez más imprecisas
en la antesala de ese mundo al que los antiguos contemplaron como la fuente
de todos los misterios del espíritu humano, sin sospechar que un
día sería el protagonista del salto cualitativo más
importante de la Humanidad.
Printer creyó encontrarse de nuevo en aquel exaedro donde su
sueño y él estuvieron a punto de extinguirse; sin embargo
pronto se percató de algunas diferencias. Ahora se encontraba tendido
sintiendo en su nuca un frío metálico. Su posición
no era cómoda y el recuerdo angustioso de su prisión anterior
alimentaba su creciente inquietud. Apenas le consolaba saber que no se
trataba esta vez de una rejilla especular, sino del sueño del Maestro
que ya había atrapado el suyo. No le gustó la manera en que
lo hizo. Se sentía como un paciente desahuciado que iba a ser intervenido
sin anestesia. De las paredes del recinto emergieron unos bisturíes
que, sin previo aviso, se hundieron en su corteza cerebral sin causar dolor.
Aquello le procuró cierto alivio y le permitió pensar más
serenamente en las funciones del sofisticado instrumental. Lo que más
le sorprendía era la pericia con que evolucionaban los siniestros
apéndices del Soñador, los cuales horadaban superficies muy
concretas de su córtex sin colisionar entre sí. Printer estaba
convencido de la alta especialización de
cada uno de ellos: hipodérmicas captadoras de información,
inoculadoras, constructoras del nuevo tejido subconsciente. Intuía
una compleja cirugía que el Soñador estaba ejecutando más
allá del mero trasvase de información; quiso oponerse pero
sin blindajes ya era demasiado tarde. En la vigilia no le quedaría
otro remedio que confiar en lo que pudiera decirle. En realidad, no sabía
lo que estaba sucediendo; para saberlo, sería preciso entrar en
el sueño del Maestro, es decir, poner en la mesa de operaciones
su subconsciente, comprimirlo en su exaedro particular y desde allí
intervenir. Como idea estaba bien, pero nadie había podido realizar
tal proeza hasta entonces; se decía que ni siquiera una docena de
los mejores sueñonautas podría haberlo hecho. El caso era
que no le quedaría otra opción al despertar que el derecho
al pataleo.
Printer abrió los ojos algo aturdido pero sin mayores
molestias, miró a su alrededor buscando a su particular doctor,
pero éste ya se había esfumado; por no saber, no sabía
ni el tiempo que había permanecido solo en la estancia. Tras unos
instantes de desconcierto, la mujer que lo había conducido ante
el causante de su pesadilla entró en la habitación.
-¿Cómo se encuentra? -inquirió amablemente.
-Exijo una explicación, creo que el Soñador
ha irrumpido en zonas prohibidas por la legislación, el Departamento
me va a oír. Quiero que me envíen de nuevo a casa.
-¡Vamos!, no se altere, estoy segura de que él mismo
le dará todas las explicaciones que desee. Antes de abandonar la
estación me pidió que concertara para mañana una entrevista
con Ud. en tierra; a las once a.m. en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Le ruego que no curse la demanda hasta después de su entrevista.
-¡Está bien!, pero espero que sus explicaciones
sean convincentes.
-No se preocupe, le aseguro de antemano que quedará satisfecho.
Ahora, si es tan amable, acompáñeme. Su lanzadera está
lista, lo vamos a bajar a Signo
Signo
Planeta fronterizo en los aledaños
del Imperio Tau.
Ministerio de Asuntos Exteriores.
El edificio de corte neoclásico se asentaba en lo alto
de la única colina de la capital. Desde allí,se contemplaba
en días claros la casi totalidad del archipiélago que acogía
a la metrópolis. En el helipuerto de la cancillería le esperaba
un funcionario. Sin apenas mediar palabra, lo condujo al interior del edificio
a través de regios pasillos inundados de luz y vestidos por excelentes
reproducciones de Picasso, Bacon y Hocney, junto a varios originales de
Balton que representaban escenas taurianas un tanto estereotipadas. A pesar
de ello, le llamó poderosamente la atención el díptico
que representaba un atardecer en el extraño océano serático.
Contrastaban la violencia y la calma de sus "aguas"; el antes y el después
del ocaso de la estrella. De pronto, el funcionario se detuvo y pidió
a Printer que dejara pasar a una comitiva tauriana que en aquellos momentos
salía de uno de los salones. Instintivamente inclinó la cabeza
a su paso imitando el gesto de su guía.
-¿Quiénes son? -preguntó el sueñonauta.
-El cónsul y un secretario taurianos, hace una semana
que se dejan ver por aquí, hay mucho movimiento últimamente
en el Ministerio, aunque no podría decirle la causa de tanto ir
y venir. Es posible que Ud. esté más al corriente que yo,
aquí nadie te dice nada.
-Siento defraudarlo, no entiendo de taurianos. Aunque no me crea,
es la primera vez que los veo. Tal vez pueda decirme qué les pasa
a sus manos, por qué son transparentes.
-¿Qué quiere que le diga? Algunos dicen que es
la única parte del cuerpo humano que no pueden reproducir, otros
creen que lo hacen a propósito para distinguirse de nosotros. ¡Quién
sabe?
-Supongo que alguien podrá explicarlo. Es incómodo
no saber ante...
-Perdone, ya hemos llegado. Entre sin llamar, le están
esperando. Le deseo un buen día.
-Gracias.
Printer abrió lentamente la puerta buscando con su mirada
al Soñador. Allí le aguardaba sentado tras un elegante escritorio
y enmarcado por una espléndida infobiblioteca. Qué diferente
escenario -pensó- de aquella horrible estancia en Hipnosis.
-Entre y acomódese.
-Gracias Señor.
-En primer lugar, y ante todo, debo tranquilizarlo. En ningún
momento hemos transgredido en su caso los límites que marca la legislación
para los contactos oníricos. Le aseguro que su intimidad no nos
interesa, ni a mí ni al departamento. Lo único que nos preocupa
es su seguridad y la misión que le será encomendada. Todas
las manipulaciones que llevé a cabo se justifican exclusivamente
por estos supuestos.
-Con el debido respeto, espero que así sea, pues en caso
contrario le denunciaré a la junta arbitral y...
-No será necesario -interrumpió el Soñador.
-Dígame, ¿qué espera en realidad de mí?
-Que nos ayude a resolver lo que puede ser una nueva crisis Tau.
Necesitamos que localice a Eila, la secretaria de la embajada. Los taurianos
aseguran que se encuentra en paradero desconocido tras el supuesto asalto
a los bancos de datos de su Ministerio de Defensa. Sus sospechas han ido
aún más lejos; Anser, nuestro agregado comercial, ha sido
expulsado. Por nuestra parte, y para apaciguar los ánimos, Ud. será
nuestro nuevo embajador. Supongo que acogerán el cambio como un
gesto de buena voluntad, al menos así lo esperamos. Le aseguro que
nadie recibió órdenes de asaltar esos bancos de memoria,
sin embargo, sospechamos que por azar Eila accedió a cierta información
vital para nuestros intereses en el área que nos gustaría
poseer.
-¡No esperaba esto, pero entiendo! -exclamó el joven
doctor-. No levantaría excesivas sospechas enviar a alguien
como yo para tan delicada misión; pero hay algo que no encaja. Si
realmente nuestra embajada en Serun no cuenta con ningún GP-5 de
Inteligencia, ellos estarían al tanto, y en tal caso, ¿por
qué han actuado como si lo tuviéramos y ponernos al borde
de una nueva crisis?
-Creemos que aceptarán de buen grado el relevo que proponemos
-afirmó el Soñador eludiendo la pregunta-. Para ellos, todos
nuestros diplomáticos son hoy por hoy sospechosos de pertenecer
al GP-5. Queremos saber lo que en realidad ha sucedido tanto como ellos.
Si Eila se hubiera extralimitado en sus funciones, se las tendría
que ver primero con nosotros.
-Pero yo no estoy capacitado para la misión, sólo
soy un sueñonauta.
-No subestime sus capacidades. Sabemos que podrá
valerse de su propio ingenio para salir airoso de las situaciones que los
estadísticos no hayan considerado.No obstante, dispondrá
de toda la información disponible sobre Tau, el Augusto y
Eila. Seguridad le proporcionará todo cuanto necesite.
-Todos sabemos quién es el Augusto. ¿Se puede decir
algo más sobre él que no se haya dicho?
-En realidad casi todo lo que se sabe del tauriano se ha hecho
público, pero todo significa lo que nosotros hasta ahora sabemos
y he de confesarle que no es mucho. Ese engreído soberano es un
pozo de sorpresas. Ya tendrá tiempo de comprobarlo, no hay que correr
riesgos innecesarios. Hay algo de lo que no le hemos hablado. el Augusto
es un maestro transformista. Le divierte sorprender a sus invitados con
tales bufonadas.
-Bueno, ya estoy advertido, supongo que será un juego
inofensivo.
-Sí y no -dijo el Soñador al comprobar la bisoñez
del sueñonauta HR528-. Eso nadie se lo puede enseñar.
-Entiendo que no -afirmó Printer no sin cierta condescendencia-.
La sagacidad es siempre un don y no una destreza como hablar correctamente
la lengua Tau.
-Sarcasmos aparte, el Augusto es el gobernante más viejo
y capaz de la esfera. Puede subestimar a este pobre empleado de Hipnosis,
pero nunca cometa la misma torpeza con él. Todos lo pagaríamos
de una forma u otra.
-Discúlpeme, no era mi intención. Aprecio sus consejos
-añadió Printer para ahuyentar su aparente enojo.
-Bien... se ocupará de la embajada sin olvidar lo que
le lleva a Serun. Asegúrese de que seamos nosotros los primeros
en localizar a Eila.
-En este caso, ya que el departamento me dará todo lo
que pida, necesitaré un telépata transformista, el mejor
-pidió Printer con tono seguro y calmado.
-¡Oh vamos! Difícilmente lo podríamos pasar
a Serun sin ser descubierto.
-De sobra sabe que no será necesario pasarlo. Seguro que
enviaron a los mejores durante la última crisis, y juraría
que una buena parte de ellos aún sigue allí.
-El departamento los tiene "congelados". No tengo autoridad
para lo que me pide.
-Pues consúltelo. Sólo necesito que active a uno,
el mejor -insistió Printer como si le fuera la vida en ello.
Tras la despedida, el sueñonauta tomó el primer
aerotaxi que encontró a la salida del Ministerio de Asuntos
Exteriores sin saber si su petición sería aceptada; había
oído hablar de la exasperante lentitud con que el departamento respondía
a tales peticiones; tal vez la respuesta le llegaría una vez en
Serun. Ahora sólo faltaba dirigirse al astropuerto para recibir,
allí, el entrenamiento necesario para la larga travesía convencional
al Sistema Tau. Nunca imaginó que su primera misión sería
más propia de un miembro del GP-5 que de un científico. Desde
el transporte, observaba distraídamente aquella urbe multicéfala
y espléndida asentada sobre el océano de metano, una ciudad
construida a la par por artistas e ingenieros, responsables de los inmensos
palafitos que acogían a millones de seres. El astropuerto se hallaba
en la más periférica de las islas de aquel archipiélago
artificial.
La dureza del entrenamiento apenas le permitió diseñar
la estrategia para abordar los delicados asuntos que le llevarían
a Serun. El tiempo se hacía interminable en la cámara antigravedad.
Tenía que aprenderlo todo, desde vestirse hasta ingerir alimentos.
Los primeros días, se movía con la torpeza de un bebé
por el habitáculo que reproducía exactamente el interior
del transporte que le conduciría a Serun. A medida que su entrenamiento
se completaba, se hacía más penoso abandonar el recinto sin
gravedad y vivir aplastado por 10 g; cualquier leve movimiento se convertía
en una pequeña tortura física; empezaba a desear su cubil
antigravedad y se mostraba impaciente por emprender su viaje. La víspera
del vuelo apareció el Soñador en el área restringida
de entrenamiento. Printer agradeció la visita, aunque suponía
que su presencia iba más allá del mero gesto cortés.
-Ya imagina el objeto de mi visita -dijo el Soñador mientras
contemplaba sorprendido el magro rostro de Printer. El departamento ha
sido más que generoso con Ud.. No me pregunte cómo, pero
se lo han concedido. Además contará con este detector de
mímesis. Con él sabrá siempre con quién está
hablando. Si un tauriano adoptara la forma de Eila o de cualquier miembro
de nuestra embajada, sentiría una pequeña descarga eléctrica
que delataría al impostor y que sólo le provocaría
un ligero parpadeo, nada que pusiera en guardia al enemigo.
-Pero ellos pueden detectarlo con un simple "escáner".
-No, se implantará en su cuello envuelto de sustancia
orgánica, presentará el aspecto de un vulgar quiste sebáceo.
Su implantación exigirá una pequeña operación
sin efectos secundarios -añadió el Soñador para tranquilizarlo.
-¿Me garantiza que la sonda está incluso fuera
del alcance de los sensores del Augusto?
-Al menos, eso es lo que cree el departamento.
-No sé..., pero dígame ¿cómo reconoceré
a mi telépata?
-Eso no ha de preocuparle, el sueño de la verdad es una
de sus habilidades -repuso el Maestro con absoluta convicción-.
Lo "descongelarán" a su llegada y sólo Ud. podrá detectarlo.
El sueño de la verdad le conducirá al verdadero Belano.
Printer recordaba una y otra vez la conversación que mantuvo
con el Soñador, mientras el Odeón maniobraba ya por los planetas
exteriores del Sistema Tau; el transporte se servía de estos cuerpos
masivos como lanzaderas sucesivas en su viaje a Serun; entraba en sus órbitas
y aprovechaba la inercia que estos mundos deshabitados le conferían
para aumentar su velocidad, ya que para surcar el espacio las trayectorias
rectilíneas nunca eran las más económicas ni
las más aconsejables. El mejor trampolín de todos era sin
duda el Sol tauriano, una variable de largo periodo del tipo Mira, su masa
propinaba al Odeón una gran aceleración y lo hacía
saltar como una rana en la charca del Cosmos hasta su destino: Serun, el
tercer planeta, un cuerpo que albergaba la grandeza y el poder Tau, morada
de unos seres plasmáticos, nuestros no muy gratos vecinos, los únicos
que por entonces teníamos al alcance. Sin embargo no podíamos
quejarnos al no poder compararlos con ningún otro. Esta no era la
primera crisis, ni tampoco probablemente la última, pero para Printer
era la única que contaba. Su alma se estremecía cuando imaginaba
su entrevista con el Augusto. La había concebido de mil formas distintas,
había pensado en miles de preguntas y en diez mil respuestas que
podría dar a cada una de ellas.Para Printer, la recepción
había dejado de ser un acto protocolario, para convertirse en un
encuentro decisivo entre ambos mundos y él se sentía el único
responsable del fracaso o éxito de una misión de la que apenas
conocía sus detalles más superficiales. A veces la olvidaba,
para sentirse como un mero embajador que se atiene a las reglas de juego,
fiel a los tratados y leyes de la diplomacia galáctica.
Los acontecimientos se precipitaron cuando el Odeón se
posó en el astropuerto; sus ojos comenzaron a parpadear sin que
pudiera apenas controlarlos; el funcionario Tau que amablemente le
daba la bienvenida y los dos agentes que lo flanqueaban habían hecho
enloquecer su detector de mímesis. Hacía notables esfuerzos
para mantener la calma e integrar el incesante tic de sus ojos como una
faceta más de su personalidad. El primer contacto con aquel mundo
totalmente
ajeno resultó ser más duro de lo esperado cuando Madersk,
el más alto servidor del Augusto, lo recibía en el astropuerto
bajo la forma de Eila. Después, todo sucedió tan deprisa
que no pudo explicarse cómo se encontró en presencia del
Augusto.